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miércoles, 26 de mayo de 2010

Roma y Moscú juntas al servicio de la vieja Europa

Una de las grandes frustraciones del pontificado de Juan Pablo II que le alcanzó a él como pastor supremo de la Iglesia Católica, creándole además un notable sufrimiento personal, fue el no poder llegar a encontrarse con el patriarca de Moscú. Es natural que así fuera porque el papa eslavo consideraba como algo muy propio de su misión histórica, la apertura a ese Este fascinante e imprescindible que es el mundo de la gran Rusia con su propuesta Ortodoxa más que milenaria.
Caprichos de la Historia: todo parece indicar -esa es, al menos, una esperanza claramente reafirmada por ambas partes- que va a ser el papa alemán, el gran teólogo occidental que entiende quizás con mayor profundidad todavía que su predecesor el alcance de la herida de la separación del cristianismo, el que va a poder sellar con un encuentro personal con el actual patriarca Kirill (una personalidad religiosa a no perder de vista), el notable esfuerzo de acercamiento y camino hacia la unidad entre las dos iglesias.
Si no fuera una expresión un tanto tosca, además de no del todo propia, podríamos decir: "a la fuerza ahorcan". Y es que efectivamente, ambos dirigentes religiosos saben sin asomo de duda, que el tiempo apremia; que el virus de la secularización con todas sus variantes y mutaciones, está lanzando un desafío sin precedentes a quienes encarnan en sus iglesias la propuesta ya bi-milenaria del cristianismo. O juntas, superando heridas históricas, logran poner a punto los anticuerpos necesarios para combatir la epidemia, o Europa -y, quizás, todo Occidente- terminen por archivar el cristianismo como un objeto religioso-cultural definitivamente caducado a conservar en museos y hemerotecas.
Hay síntomas de que está en marcha un plan a largo plazo para ofrecer una respuesta sólida a esta secularización rampante. A las dos figuras máximas, cabezas de ambas iglesias, Benedicto XVI y el patriarca Kiril, hay que añadir la de un Metropolita ruso, Hilarión de Volokolamsk que parece estar llamado a jugar un papel muy relevante en la marcha de esta nueva andadura común de ambas iglesias. El cambio, pues, con respecto a la situación de hace diez años es tan real como llamativo.
El otro día, tuvo lugar en Roma un concierto-homenaje a BXVI ofrecido por el patriarcado de Moscú, al término del cual el Metropolita Hilarión (notable compositor del que se estrenó ese mismo día una obra) realizó declaraciones en el sentido de lo que acabo de decir: a la descristianización sólo se le puede hacer frente en común ofreciendo un cristianismo vivo cuyo vigor sólo podrá proceder de una reviviscencia radical de la riqueza inagotable de su Tradición.
¿De suTradición? Sí. Y de cómo deba comprenderse ésta, al margen de reduccionismos y caricaturas, me gustará hablar en otro post.

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