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sábado, 2 de marzo de 2013

ESCRIBIR Y HABLAR CON FUNDAMENTO

Desde que el pasado día 11 de Febrero, el entonces Papa Benedicto XVI -hoy ya Papa emérito- anunció su intención de renunciar a su ministerio, he sentido muchas veces el deseo de reanudar mi "guadianesco" blog con algún comentario sobre el histórico evento. Pero casi siempre ese deseo venía acompañado de una cierta irritación y de una consecuente necesidad de salir al paso de la inmensa cantidad de inexactitudes y, lo que es más grave, sandeces con que la inmensa mayoría de los comentaristas obsequiaban desde casi todos los medios al respetable. Y, como no me parece buena consejera la irritación, he preferido no intervenir.
Hoy lo hago poniendo en conocimiento de mis lectores uno de los pocos comentarios que aciertan a subrayar una perspectiva interesante del asunto más allá de las anécdotas, casi siempre frívolas y normalmente falsas, que hemos tenido -y, me temo, seguiremos teniendo- que soportar. Se trata de una breve pero profunda reflexión que aparece en el Blog "La Iglesia en la prensa", que no es la primera vez que reproduzco y probablemente no será la última.
Antes de su transcripción, y por si puede ser útil, me permito recomendar para los días que vienen con un cónclave de por medio, la información que firma en en Atena3 TV su corresposal en Roma Antonio Pelayo al que también pueden leer en la revista Vida Nueva, con unas crónicas sobre la vida vaticana de auténtica categoría.
Les dejo con la cita anunciada. Que la disfruten:


"Admito que me ha venido un nudo a la garganta al escuchar los últimos discursos de Benedicto XVI, especialmente el que dirigió esta mañana en su última audienciageneral.  No me refiero solo a la emotividad por el hecho de haber podido asistir personalmente a una despedida única, sino al escucharle de nuevo dar las gracias y afirmar que nunca se ha sentido solo.
Benedicto XVI se ha ganado el afecto de la gente, pero se lo ha tenido que ganar a pulso. Ha superado muchos estereotipos; entre otros, estos: que era un “profesor” al que nadie le entendería (véase el encuentro con niños de primera comunión); que estaría encerrado en el Vaticano (24 viajes internacionales); que carecía de carisma para la juventud (tres JMJ con record de asistencias); que era poco dialogante con otras religiones (ha llevado a nuevos niveles las relaciones con hebreos y musulmanes); y también poco abierto intelectualmente (ningún Papa antes había merecido tanta atención por parte de intelectuales no cristianos).
BXVI ha sido al final un Papa muy querido, pero también –no lo podemos olvidar- muy insultado. Con la clase que le caracteriza, no tuvo ni una palabra de reproche ni tan siquiera de suave recriminación, a pesar de que motivos no le faltaban. También fue víctima de algunas meteduras de pata e insuficiencias por parte de sus colaboradores, a las que tuvo que hacer frente personalmente. No puede ser que se vaya sin que nadie le pida públicamente perdón".