martes, 21 de diciembre de 2010
El endiosamiento de los necios
La obsesión de Benedicto XVI por lo esencial
viernes, 26 de noviembre de 2010
Peter Seewald: el servicio impagable de un gran periodista
miércoles, 24 de noviembre de 2010
El Papa, los integristas y Bibiana Aído
jueves, 18 de noviembre de 2010
Ecos de una visita. Perplejidades varias
lunes, 1 de noviembre de 2010
Bienvenidas y "malvenidas"
«Yo sí te espero... por una simple cuestión de ecología cultural. Y por cada una de las iglesias de cada uno de los municipios catalanes y sus torres que anuncian los pueblos desde lejos. Y porque los que protestan contra ti lo hacen en nombre de la virtud bíblica de la probidad. Y por todos los cristianos anónimos que conozco y que hacen bien sin mirar a quién. Porque fui bautizado. Por esa iglesia de la calle Pere IV que tiene en la puerta la pintada “Alá es grande” sin que pase nada. Por las Bienaventuranzas, por el “Cántico espiritual”, por “Las Florecillas”... Y porque en las iglesias vacías aún es posible intuir el infinito. Por el Padre Nuestro. Por la santificación del pan y el vino. Y porque es mejor saber en lo que se cree que creer sin saber en qué. Por el “Noli me tangere” y todas y cada una de sus representaciones. Por el tañido de las campanas y cada uno de sus sones. Por la ermita de la montaña. Porque Él dijo que dos cristianos reunidos en Su nombre siempre son tres. Por la Virgen de mi pueblo. Por la fe de mis padres, que a veces me resulta inaprensible. Por un niño recién nacido en un pesebre. Por un Dios que teme a la muerte, y duda. Por todas las miserias de la Iglesia y sus pecados. Y por toda la gente sencilla que está esperando para verte.»
Muchos lectores se unen a su oración, y la completan: «Por la música sacra de Bach...» «Por el Réquiem de Mozart, por el Dies Irae del Réquiem de Verdi, por la catedral de Burgos, por la mitad de lo que es el mundo occidental...». En su viaje a Francia por septiembre de 2008, todo el mundo se hizo lenguas «del grado de pleitesía que a Benedicto XVI le han procurado los intelectuales y los filósofos franceses», con quienes disertó en París sobre la diferencia entre la «teología monástica» y la «teología escolástica», y muchos, como escribió Jean-Marie Colombani, ex director de «Le Monde», «fueron incapaces de seguirle». Francia sigue siendo el país de las condecoraciones y de los intelectuales, cuya admiración por el Papa (al fin y al cabo, «uno de los nuestros») es la admiración por el hombre que pasa por ser el último guardián de la cultura de Occidente, resumida en su discurso, pronunciado en 1992, al ingresar en la Académie des Ciences Morales y Politiques de France, sucediendo a Sajarov: «La Libertad, la Justicia y el Bien»."
domingo, 24 de octubre de 2010
Falsas y perniciosas nostalgias
"No han tenido mucho tiempo para regodearse los que en el fondo se alegraban de queBenedicto XVI hubiese recuperado la tiara (“imperial, autoritaria” según los críticos) en su escudo papal en vez de la mitra (“menos opulenta”, en opinión de los exegetas de heráldica vaticana). Fuentes autorizadas han aclarado que el escudo papal sigue como está y, de hecho, volvimos a verlo igual que siempre el domingo en la Plaza de San Pedro durante las canonizaciones. “Nada ha cambiado”, se nos ha dicho, y el tapete con el nuevo escudo regalado al Papa fue utilizado “una tantum”.
Es una noticia para alegrarse no tanto por la frustrada recuperación de la tiara, sino por el mantenimiento de una cierta sobriedad en las liturgias y protocolos vaticanos. Desde hace algún tiempo hemos asistido a un rebrote de puntillas, encajes, pedrería fina, etc. que parece escasamente concorde con la sencillez que debe rodear al Sucesor de Pedro, que no debe tampoco entenderse como una fingida pobreza, porque no es incompatible con la dignidad que debe revestir.
Fuera de la liturgia, y en lo que podríamos llamar “vida civil” de la Curia romana, resulta evidente que se han aflojado los criterios posconciliares de llevar un ritmo de vida sobrio y austero. No hay más que ver el parque automovilístico de algunos cardenales y monseñores para comprender que estamos muy lejos del Fiat 127 que Monseñor Benelli impuso al personal que trabajaba el servicio del Papa.
Sin fariseísmos, me parece razonable llamar la atención sobre lo que puede constituir piedra de escándalo, sobre todo en tiempos de crisis".
viernes, 15 de octubre de 2010
Las voces que hay que escuchar; la resistencia que hay que practicar
Esa cierta incomodidad que se siente ante diatribas como ésta, creo que puede ser curativa si no nos quita la esperanza, y nos estimula a seguir practicando una "resistencia", activa o pasiva, a la espera de una regeneración o rehabilitación tan dolorosa como imprescindible; sin miedos, sin complejos, con la seguridad del cirujano que utiliza decidido el bisturí, o del rehabilitador que fuerza sin misericordia la extremidad entumecida para lograr que vuelva a ser útil.
Hoy celebra la Iglesia a santa Teresa de Ávila, mujer recia donde las haya que habló de tiempos recios y supo afrontarlos sin la blandenguería que algunos le habrían atribuído por su condición de monja.
Hoy los profetas que espabilan al pueblo tal vez no se encuentren -desgraciadamente- en conventos y monasterios; tenemos muchas veces que buscarlos en rincones de diarios y confidenciales, en columnas perdidas entre anuncios y crónicas sociales, en páginas web a lo mejor poco frecuentadas. Pero existir, existen; y siguen denunciando y oponiéndose al peor de los enemigos: la barbarie nihilista con rostro de progreso humanista, el totalitarismo disfrazado de retórica democrática.
Queda escucharlos y tratar de hacerles caso con creativa perseverancia.
Espero que disfruten el extracto:
"La progresía, que no la izquierda defensora de los justos derechos de los trabajadores, nos ha llevado hasta aquí, hasta la ansiedad de los jóvenes, el abandono de los mayores y la desmoralización de grandes capas de la población. Lo que en su día fue un respiro de libertad se ha transformado en la creación de castas parasitarias que viven del dinero público pregonando el estúpido y perverso “buenismo” que ha destrozado las estructuras sociales convirtiendo una sociedad abierta como defendía Karl Popper, y con la que estoy de acuerdo, en un terreno baldío liderado por imbéciles desestructuradores de psiques y facilitadores de la demolición total del espíritu y de la identidad occidental (¿Qué es si no, por ejemplo, la asignatura “Educación para la ciudadanía”?).
Esta gente, que ha sido una especie de metástasis cancerígena para Europa, todavía vive con la sensación de superioridad moral y ética, y se permiten considerarse los árbitros y moduladores de las sociedades equilibradas y justas. Ellos que han llevado a la descomposición familiar, al aumento del consumo de drogas, a la desamortización de la idea de pertenencia y al nihilismo narcisista a una gran parte de la población, que han arruinado a pequeñas y medianas empresas en pos de sus despilfarros clientelistas, ellos son los que diferencian el bien del mal y los que se atribuyen el criterio sobre lo que es correcto y lo que no.
Es evidente que la mayoría no queremos una vuelta atrás en determinadas libertades ni vivir bajo el dominio asfixiante de ningún dogma religioso llevado al extremo, no solo eso, sino que deseamos que nos dejen en paz en nuestras vidas personales para que las podamos dirigir a nuestra cuenta y riesgo. Pero sí que queremos una sociedad institucionalmente ordenada, propia, fuerte y con políticos al servicio de los ciudadanos y no de sus personales demagogias ni de sus miles de cortesanos. Y además, queremos una sociedad que respete nuestros valores, nuestra historia y nuestra identidad."
lunes, 4 de octubre de 2010
Un editorial vaticano que acierte en el fondo y sobre todo en la forma
"No la quiero por lapidación ni por fusilamiento, ni por decapitación, ni mediante la horca, la silla eléctrica, ni por inyección letal. No la quiero dolorosa o sin dolor. No la quiero en público, ni en secreto".
"No la quiero para las mujeres, ni para los hombres; no para los minusválidos, ni para los sanos. No la quiero para los civiles, ni para los militares; no la quiero ni en paz, ni en guerra. No la quiero para quien puede ser inocente, pero tampoco la quiero para los reos confesos.No la quiero para los homosexuales. No la quiero para las adúlteras. No la quiero para nadie".
"No la quiero ni siquiera para los asesinos, para los mafiosos, para los traidores y para los tiranos. No la quiero por venganza, ni para liberarnos de prisioneros incómodos o costosos, y ni siquiera por presunta misericordia".
"Porque busco una justicia más grande. Y es bueno caminar por este camino para afirmar cada vez más, a favor de todos, la dignidad de la persona y de la vida humana, de la cual no somos nosotros quienes disponemos".
Como dice el Catecismo de la Iglesia católica citando a Juan Pablo II, hoy para los estados, los casos en los que pudiera ser absolutamente necesario suprimir al reo "son prácticamente inexistentes".
Por ello: "Hagamos que sean inexistentes. Es mejor".
domingo, 3 de octubre de 2010
Algunas sorpresas que dan que pensar
"El diario francés Le Monde muestra una gran sorpresa al constatar el triunfo de taquilla de una película que trata de siete monjes franceses. No le falta razón al diario parisino, pues en “Des hommes et des dieux”, de Xavier Beauvois, no revientan helicópteros ni se incendian gasolineras… Es una película lenta, con pausas, narrada en forma sencilla, sobre los siete monjes asesinados en Algeria en 1996. No se trata de la historia de la tragedia, sino de una reflexión sobre las razones que les llevaron a permanecer en el monasterio a pesar de las amenazas.
El diario informa de que la película fue distribuida en 256 cines de Francia. En la primera semana ocupó el primer puesto en el box office (468 mil espectadores), por encima de “Salt” o “Inception”. Visto el éxito, en la segunda semana los cines fueron 424 (y los espectadores 481 mil). Hoy los cines que ofrecen el film son 464. Aumentar tres veces el número de cines no es normal para una película de este tipo. Las perspectivas son muy alentadoras: después de haber triunfado en Cannes, el film será un buen candidato a los premios “Cesar” franceses y representará a Francia en los Oscar.
Pero ya se sabe que el éxito de crítica (Cannes) no garantiza el éxito de público. En este caso, parece que la clave está siendo –según Le Monde- el “público católico”, que va poco al cine pero que se está movilizando en este caso. En opinión de un eclesiástico citado por el periódico, “la película plantea preguntas críticas sobre el sentido de la vida, la fraternidad, las relaciones con el Islam. Creyentes y no creyentes se sienten interpelados por un film que tiene diversos niveles de lectura”.
Pues bien, mi apostilla iría en esta dirección: creo que es posible ver, sin cerrar los ojos a la necesaria objetividad, una serie de indicios que apuntarían en la misma dirección: el cacareado laicismo de nuestras sociedades, que autoridades y medios de comunicación esgrimen dando por supuesto su profundo y extenso calado, tal vez deba reducirse a dimensiones mucho más modestas.
Resulta que todo el Reino Unido que, según los voceros inapelables de la información, iba a dispensar al Papa de Roma una acogida gélida, ha terminado reconociendo en el octogenario pontífice a un huésped amable, sencillo, y, sobre todo, portador de un mensaje profundo y capaz de plantear interrogantes nada banales y más que útiles para el desarrollo y felicidad de una sociedad problemática...
Resulta que una película como El Gran Silencio que narra durante dos horas la vida de una cartuja, y en la que no se pronuncia una sola palabra, alcanza un éxito descomunal allá donde se proyecta.
Resulta (ahora) que esta otra película de temática netamente religiosa y filosófica corre una suerte parecida...
Resulta que la gente "normal" con la que uno se encuentra en el trato diario, no parece manifestar habitualmente excesiva hostilidad hacia lo religioso, lo que no impide, naturalmente, que practique un sano espíritu crítico frente a tantas y tantas imperfecciones de las personas representativas de las instituciones religiosas, y frente a defectos estructurales de las mismas...
Empiezo a preguntarme ante indicadores como los que acabo de sugerir: ¿no estaremos ante una auténtica inflación mediática que deforma al alza datos reales de laicismo social, dirimiendo sin apelación, unilateral y sumarísimamente, un conflicto mucho más complejo que lo que sus crónicas y presentaciones sugieren?
Creo que preguntas críticas como ésta empiezan a ser más que pertinentes. Sería muy triste que los creyentes volviéramos, una vez más, a morder como pardillos el anzuelo de camelos revestidos de dogmatismo sociológico.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Un buen día para reanudar el blog
domingo, 12 de septiembre de 2010
Más sobre los previos polémicos del viaje del Papa al Reino Unido
El Papa en Gran Bretaña: la protesta pierde gas (¿o nunca lo tuvo?)
A pesar del éxito de los grupos antagonistas para crear la sensación de que la opinión pública británica se opone al próximo viaje del Papa, parece que la impresión predominante es precisamente la contraria. No lo digo yo, sino que lo leo en The Church Mouse, un blog poco “papista”, pues está relacionado con la Iglesia anglicana (no queremos ser los “cheerleaders” del Papa, afirman, pero nos vemos obligados a señalar lo absurdo cuando lo vemos).
Según el relato del blog, los sondeos (Escocia yThe Tablet) no muestran en absoluto ese presunto “coro de protesta”. Así, las múltiples manifestaciones públicas anunciadas se están reduciendo drásticamente por falta de apoyo. Parece que habrá solo una, en Londres. Los promotores de la protesta no han conseguido involucrar a otros grupos, de modo que la lista de "supporters" se limita a un solo filón, las asociaciones relacionadas con la “National Secular Society” y la “British Humanist Association”. Tampoco cuajó la polémica a propósito de otro de los temas esgrimidos: el coste del viaje, que los opositores elevaron arbitrariamente a 100 millones de esterlinas, en vez de los 10-12 millones reales (de los que la Iglesia cubrirá una parte).
Da la impresión de que tampoco fue muy brillante la imagen de tolerancia que los promotores de la protesta ofrecieron durante un debate público sobre el viaje (foto). Según relatan el Catholic Herald y el blog Claz Coms, no faltaron los pitidos y abucheos, hasta el punto de que la propia revista New Humanist se pregunta si tal agresividad es la estrategia adecuada. Austen Ivereigh, de Catholic Voices, que fue uno de los que habló, subrayó después que a pesar de que nadie escuchaba era importante presentar y argumentar serenamente la razones de los católicos.
viernes, 10 de septiembre de 2010
Inteligente y envidiable iniciativa
miércoles, 25 de agosto de 2010
El "caso Galileo" y la ignorancia histórica de muchos
"–El caso de Galileo se lo enrostran a la Iglesia cuando quiere aproximarse al mundo científico. ¿Qué opina de este caso?
Galileo era creyente, no pasó un minuto en la cárcel, nadie le tocó un pelo ni lo excomulgó y murió profesando su fe, asistido por una hija religiosa, y con bendición papal. En su época no había realmente física ni pruebas de que la Tierra se moviese (la prueba experimental se anunció en 1838). Sus supuestas pruebas eran inválidas, y otros astrónomos se las negaron.
Su idea correcta era que la Biblia no enseña ciencia y quería que los teólogos cambiasen la interpretación del texto según su teoría. Los teólogos se equivocaban en pensar que la Biblia enseña astronomía, pero estaban en lo correcto en decir que mientras no hubiese pruebas, Galileo debía presentar sus ideas como teoría y no pedirles cambios de opinión. En ambos casos, se excedía el campo propio para ir al ajeno. Nosotros, hemos aprendido esa lección y debe haber mutuo respeto".
domingo, 22 de agosto de 2010
La edad de la primera comunión (y 4)
martes, 17 de agosto de 2010
Elogio apasionado de Europa
"Soy un nacionalista europeo, sin ambigüedades, sin fisuras, un demócrata social-conservador que cree en esa nación de naciones que, a pesar o gracias a su turbulenta historia, se constituye con todo su esplendor como faro del mundo. Siento pasión por estas tierras, por sus gentes, por la diversa pluralidad de manifestaciones de una misma cultura. Cultura que nace en Grecia y que arraiga en el judeocristianismo y que ahora mismo está en peligro de derrumbe.
A mis cuarenta y cinco años creo haber recorrido buena parte de este continente, desde el norte de Escocia a los Países Bálticos, pasando por Portugal, Centroeuropa, el sur de Italia, Polonia, con su maravillosa y fascinante Gdansk, y por supuesto sus grandes capitales: Londres, Madrid, Roma, Berlín y mi adorado París. Un buen amigo que nació y reside allí, me preguntó una vez que siendo tanto mi fervor por esta ciudad por qué no me trasladaba a vivir ahí. Y mi respuesta, aparte de porque profesionalmente no puedo, fue decirle que ese París, el mío, está hecho de una mezcla de realidad y de idealización que de hacerlo cotidiano podría esfumarse, algo a lo que no quiero renunciar. París debería ser para los occidentales de cualquier parte del mundo lo que la Meca para los musulmanes, un lugar de peregrinación obligado al menos una vez en la vida.
Pero los occidentales no solamente ya no valoramos “lo nuestro”, sino que cada vez estamos más vulgarizados, banalizados, degradados ética y estéticamente, debilitados por esa neurosis colectiva que nos han inoculado los adalides del pensamiento débil, atomizados en un individualismo insolidario y egotista, ausentes de nuestra historia, de nuestra apasionante y espléndida historia, viviendo en la insustancialidad y ansiosos porque ocurran cosas… ¿qué?... no importa… que pase algo para llenar el tiempo.
Acabo de llegar de un breve periplo junto a mi esposa por Irlanda, y aparte del agotador trabajo de turista, de libre albedrío pero turista al fin y al cabo, he sentido algunos de sus paisajes, escuchado alguna de sus músicas y palpado algo de su espíritu, y he dormido en el mismo pabellón del Trinity College en el que se alojó Bram Stoker, el creador de Drácula, en una habitación sobria y austera, cercana a la casa de Oscar Wilde. Puede que haya a quien esto no le diga nada, pero para mí cualquier nombre de nuestra cultura que haya hecho alguna aportación elevada al imaginario colectivo merece tanto respeto que, aunque no se encuentre entre mis preferencias personales, hace que sienta una cierta devoción por el regalo ofrecido.
Pero también he visto, como en cualquier ciudad europea, como en mi misma Barcelona natal, ese batiburrillo de McDonalds, Kebabs, Subways, etc., que uniformizan el paisaje urbano, que configuran una clase obrera consumista de bajo perfil sin sentido de su ser, de su lugar como columna de las naciones y como sector reivindicativo y reformista de las sociedades prósperas. Echo en falta esa izquierda social digna, alejada de la babosa progresía, que lucha por las mejoras laborales y culturales de los trabajadores y por su cultivo como seres humanos enraizados en sus sentimientos de pertenencia. Pero la izquierda ya no cumplirá esa función: su decadencia, su impostura, su traición histórica -salvo honrosas excepciones-, es tan absoluta que solo sirven al deterioro de todo el colectivo y especialmente de los más débiles. Solo naciones con alto sentido de su significado histórico y con un fuerte sentimiento paternal hacia sus “hijos” (a diferencia del “maternalismo” sobreprotector de los Estados “corruptibles” del bienestar contemporáneo) pueden devolver la dignidad a los diferentes sectores sociales.
Y es que cada vez veo más jóvenes en la pobreza, y miren, no sé si es porque no tengo hijos, pero es el sector social que, personalmente, más afecta mi sensibilidad. Los he visto en Dublín, los veo en Barcelona, en cualquier ciudad de nuestro continente… Veinteañeros pidiendo en la calle o buscando en los contenedores, o como ya expliqué en un anterior artículo, esperando al cierre de los supermercados para que les den los excedentes del día.
Y ahora cierro el artículo: no se puede amar una tierra, una nación, un continente, ni admirar su naturaleza, sus instituciones o su cultura, sin amar a sus gentes, y especialmente sin cuidar de sus viejos y de sus jóvenes. Por eso hay que desenmascarar a toda esta plaga que se esconde en el progresismo para diluir nuestras esencias y para, desde la utopía social y la frivolidad de sus intereses personales pequeño burgueses, dejar en la marginación a los más débiles y a aquellos que tienen la edad que les permitiría desarrollar la fuerza y la energía para aportar lo mejor de ellos a la sociedad.
Siempre he pensado que el bipartidismo democrático, al estilo británico, es el mejor sistema político existente, y yo personalmente no pienso subirme a ningún otro carro de esos que no se sabe a dónde nos puede llevar, pero las izquierdas y las derechas deben volver a ser dignas, patrióticas y con alto un alto sentido de la responsabilidad y la justicia social. De no ser así estamos vendidos, y ya lo estamos.
Amar a Europa significa, sobre todo, creer que la podemos regenerar".
sábado, 14 de agosto de 2010
La edad de la primera comunión (3)
"HA levantado gran polvareda un artículo publicado por el cardenal Cañizares en el Osservatore Romano, en el que se atreve a… ¡Oh, cielos! ¿Seré capaz de decirlo? No, no se atreve Cañizares a convocar una guerra santa, ni a identificar al Anticristo, ni siquiera a reclamar la unión entre trono y altar. A lo que se atreve Cañizares es a proponer que sea restablecido el decreto Quam singulari, de San Pío X, en el que se fija la edad de siete años como idónea para recibir el sacramento de la Eucaristía. En las últimas décadas, por influjo de las corrientes modernistas infiltradas en el seno de la propia Iglesia, y con el aplauso y regocijo de quienes anhelan —lobos disfrazados de corderos— su destrucción, se ha introducido el hábito nefasto de retrasar la edad de la Primera Comunión. En su artículo, Cañizares apunta incluso que las actuales circunstancias familiares y sociales, tan adversas para la inocencia del niño, antes aconsejarían adelantar esa edad que retrasarla. Y esto, en fin, es lo que ha provocado indignación entre los enemigos de la Iglesia, que se las prometían muy felices, después de haber logrado vaciar de significado la Eucaristía, siempre —por supuesto— con el apoyo de los inefables «tontos útiles» que confunden la naturaleza de los sacramentos.
Porque los sacramentos no se reciben en reconocimiento de unos méritos personales; son acción de la gracia divina. Y la gracia divina no exige, como demandan ciertos «tontos útiles» a quienes los enemigos de la Iglesia prestan altavoz, «personalización e interiorización de la fe»; esto es jansenismo de la peor calaña, soberbia presuntuosa que pretende convertir el regalo de la Salvación en una suerte de postulación de méritos, como si los sacramentos fuesen oposiciones a un cuerpo administrativo. Y esta infiltración jansenista, que pretende desenraizar la fe de su fuente y aislarla de su medio natural (fe que viene de lo alto, fe que se encarna y realiza comunitariamente), es la que, en efecto, ha triunfado en las últimas décadas, jaleada por los enemigos de la Iglesia, que contemplan jubilosos como las Primeras Comuniones se han convertido en mascaradas en las que, si acaso, el único que conserva la fe (una fe originaria y primaveral, pura en la plena acepción de la palabra) es el niño que recibe a Cristo bajo las especies de pan y vino. Para que ese niño participe también de la mascarada conviene que se retrase la edad de la Comunión, conviene que el niño esté suficientemente corrompido por el clima ambiental, conviene que haya recibido sus buenas clases de «educación sexual» en la escuela, conviene que haya asimilado toda la alfalfa progre que se le inocula a través de la tele, conviene que haya comprobado cómo sus papás viven amancebados tan ricamente y apostatan de la fe de sus mayores. Conviene, en fin, que el niño acuda al sacramento con la inocencia hecha unos zorros, con la fe reducida a escombros o siquiera esclerotizada y rutinizada, y a ser posible con un condón en el bolsillo de la chaqueta de marinerito.
Porque, claro, cuanto más pequeño sea el niño más posibilidades hay —¡menudo escándalo!— de que comulgue creyendo en la naturaleza del sacramento, creyendo que de verdad Cristo viene a vivificar su fe para siempre. Y esto es lo que los enemigos de la Iglesia pretenden evitar a toda costa, con la ayuda de los tontos útiles que han introducido el microbio jansenista en el seno de la Iglesia. Qué grande eres, Cañizares".
No hace falta que diga y que subraye que discrepo profundamente de la opinión del ilustre escritor y comentarista que, a mi juicio, en este caso desvaría gratuitamente y manifiesta una preocupante ignorancia teológica así como un desconocimiento llamativo de la realidad social y religiosa de España. Particularmente molesto resulta su empeño en descalificar a enemigos inventados por él con los que quiere identificar a muchísimos pastores de la Iglesia que no han hecho en todos estos años del post-concilio otra cosa que tratar de ser fieles a la Iglesia, al evangelio y a la realidad.