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sábado, 21 de mayo de 2011

Pequeñas perlas inesperadas

Comentario encontrado en el blog "Rumores de Ángeles":

"Qué lástima. Cuánto pardillo manipulado en Sol. Los de "Izquierda hundida-Los bordes", reciclados y maquillados, vuelven a seducir a unas cuantas víctimas de la LOGSE y a los cadáveres del zapaterismo. Bastante penoso.
Por si a alguien hace falta refrescarle la memoria, le recuerdo dónde están hoy los artífices de Mayo del 68: Sentados en sus despachos esperando la jubilación. Veraneando en Ibiza, metiéndose de todo (los que no murieron de sobredosis). Y mirando al cielo esperando que lleguen los ovnis.
Vanitas Vanitatis".

Pues lo suscribo en su integridad. No cabe duda de que a veces se encuentran perlas donde menos se espera.

jueves, 12 de mayo de 2011

El don de saber comunicar contenidos poco fáciles

Al poco tiempo de ser elegido Papa BXVI, empezaron los comentarios periodísticos sobre su personalidad, la mayoría de los cuales, como era de esperar, no superaba la fácil tentación de establecer comparaciones con su predecesor. Las opiniones variaban, naturalmente, pero poco a poco se fue imponiendo una convicción que algún comentarista, en frase feliz, sintetizó así: a JPII la gente iba, sobre todo, a verle; a BXVI, la mayoría quiere oírle.
Como toda apreciación periodística, ésta resulta discutible, pero es indudable que apunta a algo cierto o correctamente intuido: la mayor calidad, o si se prefiere, profundidad teológica del discurso del papa Ratzinger en comparación con los contenidos de las alocuciones su predecesor. Éste, por su parte, superaría al actual pontífice en capacidad de atracción, digamos visual, de los asistentes a las semanales audiencias.
Me ha venido esto a la mente, leyendo la catequesis que ofreció ayer BXVI a los fieles que le acompañaron en la semanal audiencia de los miércoles. El papa, que ha iniciado un ciclo de reflexiones sobre el nada fácil ni "popular" tema de la oración, deslizó un párrafo que me ha llamado especialmente la atención porque creo que une profundidad, sencillez, claridad y sensibilidad, digamos, "moderna", al saber incorporar reflexiones de pensadores modernos que pocos, incluso de sus conocedores, esperaría encontrar en ellos.
Me complace compartir con mis lectores este párrafo que, además, es posible saborear mejor leyéndolo que en la audición, siempre algo alborotada, del encuentro semanal en la plaza de San Pedro:

"En la oración, en todas las épocas de la historia, el hombre se considera a sí mismo y a su situación frente a Dios, a partir de Dios y respecto a Dios, y se da cuenta de que es criatura necesitada de ayuda, incapaz de procurarse por sí misma la realización cabal de la propia existencia y de la propia esperanza. El filósofo Ludwig Wittgenstein recordaba que “rezar significa sentir que el sentido del mundo está fuera del mundo”.
En la dinámica de esta relación con quien da sentido a la existencia, con Dios, la oración tiene una de sus típicas expresiones en el gesto de ponerse de rodillas. Es un gesto que lleva en sí mismo una radical ambivalencia: de hecho, puedo ser obligado a ponerme de rodillas -condición de indigencia y de esclavitud- o puedo arrodillarme espontáneamente, confesando mi límite y, por tanto, mi necesidad de Otro. A él le confieso que soy débil, necesitado, “pecador”.
En la experiencia de la oración, la criatura humana expresa toda la conciencia que tiene de sí misma, todo lo que consigue captar de su existencia, y, a la vez, se dirige, toda ella, al Ser frente al cual está, orienta su alma a aquel Misterio del que espera el cumplimiento de sus deseos más profundos y la ayuda para superar la indigencia de la propia vida.
En este mirar a Otro, en este dirigirse “más allá” está la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que supera lo sensible y lo contingente".

martes, 10 de mayo de 2011

Lamentable decepción: así somos, al parecer, hasta en lo físico

No hay experiencia peor en la vida de los hombres que la de constatar sin lugar a dudas la imposibilidad de superar algo desagradable, de liberarse, por ejemplo, de una dependencia, de un acoso, de un dolor molesto y recurrente.
En el terreno, digamos, espiritual, no faltan técnicas que, debida y sabiamente aplicadas, logran éxitos a veces espectaculares, por ejemplo, reacciones serenas frente a amenazas más o menos reales, disminución de fobias recurrentes, superación de ideas fijas paralizantes, etc.
Hoy acabo de leer una información francamente decepcionante. Especialmente para los muchos -cada vez más- afectados por el problema de la obesidad. Lean, amigos, esto que transcribo (tomado del ABC de hoy)y díganme si no estamos ante una especie de "octava plaga" que el autor bíblico hubiera agradecido conocer para engrosar su lista, y...perfeccionarla.
Tan lamentable como, por lo visto, cierto:

"En el último año, la liposucción se ha convertido en la intervención de cirugía estética favorita de las mujeres y cada vez más de los hombres. La promesa de librarse de los antiestéticos michelines para siempre hace que muchos la vean como una inversión de futuro. Pero la cruda realidad, según un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, es que la grasa vuelve un año después de la intervención, aunque se redistribuye hacia otras zonas del cuerpo,especialmente en la parte superior del abdomen, los hombros y los tríceps.

«El hecho de que la grasa retorne es de gran interés para los científicos porque eso significa que los niveles de grasa del cuerpo están fuertemente regulados por mecanismos que aún desconocemos», explica Robert Eckel, uno de los autores del estudio, que se publica en la revista «Obesity». (...).

Los investigadores confirmaron su hipótesis con roedores después de observar que la grasa vuelve cuando se elimina, del mismo modo que los seres humanos recuperan su peso después de haber adelgazado. «Creemos que el cerebro sabe de alguna manera la cantidad de grasa que tiene el organismo y trata de regular su presencia para que sea siempre la misma. Por eso es tan importane prevenir la obesidad», advierte Eckel".

lunes, 9 de mayo de 2011

Laicismo pintoresco y opinión pública sensata

Por lo que puede tener de "ejemplificante" (en varios sentidos) para nuestra realidad patria, reproduzco a continuación un post del portal "La Iglesia en la prensa" -portal que, como he dicho otras veces, aprecio mucho- que me ha llamado la atención.
Es verdad que la noticia que transmite nos puede hacer exclamar el clásico: "en todas partes cuecen habas"; pero no es menos cierto, me parece, que el desenlace nos hace ver que el tipo de "cocción" no es exactamente igual en todas partes, por lo que el producto final tampoco es probablemente el mismo...para desgracia, por cierto, de nuestra hispana gastronomía.

La lección de laicidad del electricista inglés

Colin_atkinson

A estas alturas, me parece un dato comprobado que las polémicas (europeas) con motivo de la exposición pública de símbolos religiosos cristianos no las promueven seguidores de otras religiones. Por lo general, no se trata de la reacción de minorías que se sienten discriminadas por la religión mayoritaria. No. Los promotores suelen ser militantes de determinadas corrientes ideológicas que postulan (eso sí, como si fuera un credo religioso) la desaparición de esos símbolos de la esfera pública (especialmente, de los cristianos). Así pues, son gentes que pretenden imponer a todos su propia visión, que consiste no en el pluralismo de símbolos, sino en la supresión de símbolos, en la pared vacía, como si se tratara de la única vía.

Esto viene a propósito de la historia del electricista inglés que, por el hecho de exhibir una cruz en el salpicadero de la camioneta de la empresa, fue amenazado de despido. Desconocía cómo había terminado el caso, así que he recuperado algunas informaciones sobre este hombre, Colin Atkinson (foto), de 64 años, parroquiano de una iglesia pentecostal. Me entero con sorpresa de que todo había empezado hace quince meses (yo pensaba que era una historia de estos días), cuando uno de los capataces le dijo que quitara el crucifijo. Atkinson quiso saber en base a qué reglamento interno emitía esa orden, pues en 14 años nunca tuvo problemas. Se descubrió que, en efecto, no había ningún reglamento, y que nadie había dicho nada ante los símbolos expuestos por sus compañeros musulmanes o sikhs, ni tan siquiera ante el póster del Ché Guevara exhibido en el despacho de su jefe.

Como respuesta, la empresa emitió una nueva regla: todos los símbolos personales deben ser quitados de las camionetas. Con lo que no contaba la empresa fue con la reacción popular: Atkinson fue invitado a muchos programas de televisión y en algunos sondeos realizados en directo el 100 % del público votó a su favor. Se demostró que no era ningún fanático ni anti nada. “Nadie se quejó nunca, ni mis colegas ni mis clientes”. Atkinson fue víctima de un ataque de “corrección política” que sufrió su capataz, y los otros jefes. Al final, como buenos británicos, supieron recobrar el sentido común. Y el electricista inglés dio a todos una lección de laicidad, defendiendo con tenacidad sus derechos.