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domingo, 24 de octubre de 2010

Falsas y perniciosas nostalgias

Hace unos días, leí una información que me resultó curiosa por lo inesperada y me dejó perplejo y algo molesto. Se decía en ella que se había presentado un nuevo escudo papal en el que volvía a aparecer, encima de las llaves cruzadas, la célebre e histórica tiara sustituyendo a la más modesta pero no menos histórica mitra.
La tiara, como es sabido, es una triple corona que se convirtió en signo del poder supremo de los papas; por su parte, la mitra es el "sombrero" típico de los obispos que los identifica ante sus comunidades como pastores principales o eminentes.
A nadie se le escapa que volver a la tiara en el escudo del pontífice romano sugiere, de primeras, una posible voluntad de recuperación de signos y símbolos que el Concilio Vaticano II consideró desfasados con relación a la sensibilidad contemporánea, e inadecuados por cuanto casan mal con la necesaria sencillez y falta de boato que deben manifestar los pastores de la Iglesia en consonancia con un elemental espíritu evangélico. De ahí mi perplejidad y casi desasosiego al leer la noticia.
Afortunadamente me concedí una moratoria antes de comentarla negativamente, y si me animo a hacerlo hoy es porque he encontrado un comentario al respecto de mi amigo Antonio Pelayo en el que, con la maestría que le caracteriza, informa certeramente del asunto poniendo las cosas en su sitio, y avanza un poco más comentando con libertad y, lamentablemente, exactitud, algunos datos que parecerían confirmar efectivamente una cierta vuelta al boato y al gusto por el oropel en ámbitos eclesiales (o mejor: vaticanos o curiales en general) que estarían, al parecer, fomentando la nostalgia de un modelo eclesial, no ya poco evangélico, sino lo que es casi peor, pasado de moda, anacrónico, y pastoralmente contraproducente.
Reproduzco la magnífica columna de A. Pelayo publicada en el último número de la revista Vida Nueva.

"No han tenido mucho tiempo para regodearse los que en el fondo se alegraban de queBenedicto XVI hubiese recuperado la tiara (“imperial, autoritaria” según los críticos) en su escudo papal en vez de la mitra (“menos opulenta”, en opinión de los exegetas de heráldica vaticana). Fuentes autorizadas han aclarado que el escudo papal sigue como está y, de hecho, volvimos a verlo igual que siempre el domingo en la Plaza de San Pedro durante las canonizaciones. “Nada ha cambiado”, se nos ha dicho, y el tapete con el nuevo escudo regalado al Papa fue utilizado “una tantum”.

Es una noticia para alegrarse no tanto por la frustrada recuperación de la tiara, sino por el mantenimiento de una cierta sobriedad en las liturgias y protocolos vaticanos. Desde hace algún tiempo hemos asistido a un rebrote de puntillas, encajes, pedrería fina, etc. que parece escasamente concorde con la sencillez que debe rodear al Sucesor de Pedro, que no debe tampoco entenderse como una fingida pobreza, porque no es incompatible con la dignidad que debe revestir.

Fuera de la liturgia, y en lo que podríamos llamar “vida civil” de la Curia romana, resulta evidente que se han aflojado los criterios posconciliares de llevar un ritmo de vida sobrio y austero. No hay más que ver el parque automovilístico de algunos cardenales y monseñores para comprender que estamos muy lejos del Fiat 127 que Monseñor Benelli impuso al personal que trabajaba el servicio del Papa.

Sin fariseísmos, me parece razonable llamar la atención sobre lo que puede constituir piedra de escándalo, sobre todo en tiempos de crisis".

viernes, 15 de octubre de 2010

Las voces que hay que escuchar; la resistencia que hay que practicar

En medio de un revuelo político-mediático-social como el que estamos viviendo estos días, cuyo escaparate más llamativo ha sido, sin duda, el estallido de indignación ciudadana que, aunque no inédito ni mucho menos, ha sorprendido por su intensidad y, para algunos, "desenfreno", me encuentro nada más abrir el ordenador con un artículo -también (justamente) enfurecido- de Damian Ruiz en elmanifiesto.com que quiero compartir, extractado, con los lectores de este humilde blog, porque, a mi juicio, pone el dedo en una llaga que hasta ahora muchos no querían ver, y que les está haciendo salir de su "sueño dogmático", lamentablemente demasiado tarde.
Esa cierta incomodidad que se siente ante diatribas como ésta, creo que puede ser curativa si no nos quita la esperanza, y nos estimula a seguir practicando una "resistencia", activa o pasiva, a la espera de una regeneración o rehabilitación tan dolorosa como imprescindible; sin miedos, sin complejos, con la seguridad del cirujano que utiliza decidido el bisturí, o del rehabilitador que fuerza sin misericordia la extremidad entumecida para lograr que vuelva a ser útil.
Hoy celebra la Iglesia a santa Teresa de Ávila, mujer recia donde las haya que habló de tiempos recios y supo afrontarlos sin la blandenguería que algunos le habrían atribuído por su condición de monja.
Hoy los profetas que espabilan al pueblo tal vez no se encuentren -desgraciadamente- en conventos y monasterios; tenemos muchas veces que buscarlos en rincones de diarios y confidenciales, en columnas perdidas entre anuncios y crónicas sociales, en páginas web a lo mejor poco frecuentadas. Pero existir, existen; y siguen denunciando y oponiéndose al peor de los enemigos: la barbarie nihilista con rostro de progreso humanista, el totalitarismo disfrazado de retórica democrática.
Queda escucharlos y tratar de hacerles caso con creativa perseverancia.
Espero que disfruten el extracto:

"La progresía, que no la izquierda defensora de los justos derechos de los trabajadores, nos ha llevado hasta aquí, hasta la ansiedad de los jóvenes, el abandono de los mayores y la desmoralización de grandes capas de la población. Lo que en su día fue un respiro de libertad se ha transformado en la creación de castas parasitarias que viven del dinero público pregonando el estúpido y perverso “buenismo” que ha destrozado las estructuras sociales convirtiendo una sociedad abierta como defendía Karl Popper, y con la que estoy de acuerdo, en un terreno baldío liderado por imbéciles desestructuradores de psiques y facilitadores de la demolición total del espíritu y de la identidad occidental (¿Qué es si no, por ejemplo, la asignatura “Educación para la ciudadanía”?).

Esta gente, que ha sido una especie de metástasis cancerígena para Europa, todavía vive con la sensación de superioridad moral y ética, y se permiten considerarse los árbitros y moduladores de las sociedades equilibradas y justas. Ellos que han llevado a la descomposición familiar, al aumento del consumo de drogas, a la desamortización de la idea de pertenencia y al nihilismo narcisista a una gran parte de la población, que han arruinado a pequeñas y medianas empresas en pos de sus despilfarros clientelistas, ellos son los que diferencian el bien del mal y los que se atribuyen el criterio sobre lo que es correcto y lo que no.

Es evidente que la mayoría no queremos una vuelta atrás en determinadas libertades ni vivir bajo el dominio asfixiante de ningún dogma religioso llevado al extremo, no solo eso, sino que deseamos que nos dejen en paz en nuestras vidas personales para que las podamos dirigir a nuestra cuenta y riesgo. Pero sí que queremos una sociedad institucionalmente ordenada, propia, fuerte y con políticos al servicio de los ciudadanos y no de sus personales demagogias ni de sus miles de cortesanos. Y además, queremos una sociedad que respete nuestros valores, nuestra historia y nuestra identidad."

lunes, 4 de octubre de 2010

Un editorial vaticano que acierte en el fondo y sobre todo en la forma

El Centro Televisivo Vaticano produce un semanario llamado "Octava Dies" en el que el otro día su director, el padre Federico Lombardi , ofreció en forma de editorial, aunque redactado en primera persona, un alegato contra la pena de muerte que me ha gustado especialmente por su claridad, concisión, y sobriedad; cualidades estas que, a decir verdad, no siempre adornan el lenguaje de los comunicados y documentos producidos en el entorno del Vaticano, y que, desde luego, brillan por su ausencia en los que nos vienen habitualmente de nuestro episcopado.
El padre Federico Lombardi, nombrado por BXVI para dirigir todo el aparato informativo de la Santa Sede en sustitución de Navarro Valls, es un jesuita cuyo porte exterior no desmerece en absoluto de la imagen clásica del hijo de San Ignacio de toda la vida: sólido, intelectualmente elegante, sobrio, con el brillo imprescindible para no resultar vulgar, y la dosis correcta de astucia, acompañado todo ello de una preparación de fondo que desarma o, al menos, alerta al posible adversario.
No se si el balance de su gestión de estos años de pontificado merece una evaluación positiva desde el punto de vista de los profesionales de la materia, pero confieso que a mi me gusta su estilo, y su preparación me aporta tranquilidad.
Pues aquí tienen ese pronunciamiento -suyo en la forma, pero indudablemente de instancias "superiores" en el fondo- sobre la pena de muerte. Me extrañaría mucho, y siento decirlo, que se hiciera eco de él cualquier medio de comunicación de nuestros pagos.

"(La pena de muerte) no la quiero ni en China, ni en Irán, ni en los Estados Unidos, ni en India, ni en Indonesia, ni en Arabia Saudí, ni en ninguna parte del mundo".

"No la quiero por lapidación ni por fusilamiento, ni por decapitación, ni mediante la horca, la silla eléctrica, ni por inyección letal. No la quiero dolorosa o sin dolor. No la quiero en público, ni en secreto".

"No la quiero para las mujeres, ni para los hombres; no para los minusválidos, ni para los sanos. No la quiero para los civiles, ni para los militares; no la quiero ni en paz, ni en guerra. No la quiero para quien puede ser inocente, pero tampoco la quiero para los reos confesos.No la quiero para los homosexuales. No la quiero para las adúlteras. No la quiero para nadie".

"No la quiero ni siquiera para los asesinos, para los mafiosos, para los traidores y para los tiranos. No la quiero por venganza, ni para liberarnos de prisioneros incómodos o costosos, y ni siquiera por presunta misericordia".

"Porque busco una justicia más grande. Y es bueno caminar por este camino para afirmar cada vez más, a favor de todos, la dignidad de la persona y de la vida humana, de la cual no somos nosotros quienes disponemos".

Como dice el Catecismo de la Iglesia católica citando a Juan Pablo II, hoy para los estados, los casos en los que pudiera ser absolutamente necesario suprimir al reo "son prácticamente inexistentes".

Por ello: "Hagamos que sean inexistentes. Es mejor".



domingo, 3 de octubre de 2010

Algunas sorpresas que dan que pensar

No es la primera vez -y sospecho que no será la última- que comparto con los lectores de este modesto blog una información que encuentro en la página "La Iglesia en la prensa".
En esta ocasión he encontrado allí algo que me ha llenado de alegría.
Por lo que nos dice su blogger JM. Contreras, se ha estrenado en Francia una película sobre la peripecia de siete monjes trapenses que fueron brutalmente asesinados en Argelia a manos de fundamentalistas en 1996.
Ya es llamativo que alguien haya tenido el valor de adentrarse en el tema y llevarlo a la pantalla "con la que está cayendo" en Europa en muchas de cuyas sociedades altamente sofisticadas en lo que a planteamientos laicistas se refiere, cualquier referencia a temas relacionados con la religión en general y con el cristianismo en particular, provoca erupciones alérgicas que resulta preferible evitar preventivamente.
Pero mucho más espectacular todavía resulta que, una vez producida y presentada (por lo visto, nada menos que en Cannes, eso me ha parecido entender), la película haya cosechado -y siga haciéndolo- un éxito que deja boquiabiertos a los responsables de Le Monde, los cuales, por lo visto, no son capaces de explicarse el éxito creciente del film que terminan atribuyendo a una movilización de los católicos que estarían cerrando filas en torno a "su causa", tratando de rescatarla de la inevitable extinción a la que está sometida, se supone que por imperativo de la Historia.
He aquí la información. Después haré un pequeño comentario a modo de apostilla:

LA SORPRESA DE “LE MONDE”

"El diario francés Le Monde muestra una gran sorpresa al constatar el triunfo de taquilla de una película que trata de siete monjes franceses. No le falta razón al diario parisino, pues en “Des hommes et des dieux”, de Xavier Beauvois, no revientan helicópteros ni se incendian gasolineras… Es una película lenta, con pausas, narrada en forma sencilla, sobre los siete monjes asesinados en Algeria en 1996. No se trata de la historia de la tragedia, sino de una reflexión sobre las razones que les llevaron a permanecer en el monasterio a pesar de las amenazas.
El diario informa de que la película fue distribuida en 256 cines de Francia. En la primera semana ocupó el primer puesto en el box office (468 mil espectadores), por encima de “Salt” o “Inception”. Visto el éxito, en la segunda semana los cines fueron 424 (y los espectadores 481 mil). Hoy los cines que ofrecen el film son 464. Aumentar tres veces el número de cines no es normal para una película de este tipo. Las perspectivas son muy alentadoras: después de haber triunfado en Cannes, el film será un buen candidato a los premios “Cesar” franceses y representará a Francia en los Oscar.
Pero ya se sabe que el éxito de crítica (Cannes) no garantiza el éxito de público. En este caso, parece que la clave está siendo –según Le Monde- el “público católico”, que va poco al cine pero que se está movilizando en este caso. En opinión de un eclesiástico citado por el periódico, “la película plantea preguntas críticas sobre el sentido de la vida, la fraternidad, las relaciones con el Islam. Creyentes y no creyentes se sienten interpelados por un film que tiene diversos niveles de lectura”.

Pues bien, mi apostilla iría en esta dirección: creo que es posible ver, sin cerrar los ojos a la necesaria objetividad, una serie de indicios que apuntarían en la misma dirección: el cacareado laicismo de nuestras sociedades, que autoridades y medios de comunicación esgrimen dando por supuesto su profundo y extenso calado, tal vez deba reducirse a dimensiones mucho más modestas.

Resulta que todo el Reino Unido que, según los voceros inapelables de la información, iba a dispensar al Papa de Roma una acogida gélida, ha terminado reconociendo en el octogenario pontífice a un huésped amable, sencillo, y, sobre todo, portador de un mensaje profundo y capaz de plantear interrogantes nada banales y más que útiles para el desarrollo y felicidad de una sociedad problemática...

Resulta que una película como El Gran Silencio que narra durante dos horas la vida de una cartuja, y en la que no se pronuncia una sola palabra, alcanza un éxito descomunal allá donde se proyecta.

Resulta (ahora) que esta otra película de temática netamente religiosa y filosófica corre una suerte parecida...

Resulta que la gente "normal" con la que uno se encuentra en el trato diario, no parece manifestar habitualmente excesiva hostilidad hacia lo religioso, lo que no impide, naturalmente, que practique un sano espíritu crítico frente a tantas y tantas imperfecciones de las personas representativas de las instituciones religiosas, y frente a defectos estructurales de las mismas...

Empiezo a preguntarme ante indicadores como los que acabo de sugerir: ¿no estaremos ante una auténtica inflación mediática que deforma al alza datos reales de laicismo social, dirimiendo sin apelación, unilateral y sumarísimamente, un conflicto mucho más complejo que lo que sus crónicas y presentaciones sugieren?

Creo que preguntas críticas como ésta empiezan a ser más que pertinentes. Sería muy triste que los creyentes volviéramos, una vez más, a morder como pardillos el anzuelo de camelos revestidos de dogmatismo sociológico.