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domingo, 20 de noviembre de 2011

Católicos en la vida pública: servidores sin complejos

Se está celebrando en Madrid -tal vez se haya clausurado ya- el XIII Congreso "Católicos y vida pública", una iniciativa de la Universidad San Pablo-Ceu que tengo la impresión ha ido mejorando los últimos años en su planteamiento y realización.
Lo traigo a colación porque veo que una de las intervenciones ha estado a cargo de uno de los miembros fundadores del grupo británico Catholic Voices que se puso en marcha en el Reino Unido con motivo de la visita de Benedicto XVI a aquel país, visita que se auguraba sumamente difícil y conflictiva y que se saldó, al decir de la inmensa mayoría, con un llamativo éxito.
Este grupo de Catholic Voices saltó a la palestra para aportar en los medios de comunicación, sin complejos, sin fanatismos, con solvencia y espíritu constructivo, el punto de vista católico sobre los más variados temas de carácter socio-político-moral, a propósito de los cuales suele reinar la confusión y la distorsión que lleva a atribuir a los católicos (y a la Iglesia, obviamente) los puntos de vista más aberrantes que pueda imaginarse, y lo que es todavía peor, las posiciones más ridículas y grotescas.
Tuvo éxito el grupo y me alegra saber que sigue funcionando con el mismo espíritu valiente y equilibrado, lo que hace que crezca su prestigio; sólo lamento que entre nosotros no haya cuajado una iniciativa semejante: así nos luce el pelo.
Ofrezco a mis amables lectores una cita de la intervención de este representante del grupo en el Congreso del Ceu, porque me parece de interés por lo que afirma y por lo que sugiere. No estaría mal que alguien entre nosotros se atreviera a dar el paso que ellos han dado para poder ofrecer a nuestra sociedad de primera mano el pensar y sentir católicos sin tenernos que resignar a que otros nos interpreten y, sobre todo, distorsionen nuestros planteamientos y tomas de posición:

"Siendo contemplativos, podemos identificar lo que más vale. Estando presentes entre los más vulnerables, somos capaces de juzgar los efectos negativos de un mercado desfrenado y una burocracia deshumanizante. En nuestras parroquias y comunidades tenemos mecanismos inigualables de integración social y recaudación de capital social, del que dependen especialmente los que carecen de otras riquezas. ¿Cómo no vamos a estar presentes en la vida pública?"

jueves, 3 de noviembre de 2011

Pensar la muerte, superar el miedo

Un año más, el día de los difuntos, acompañado, como casi siempre, por una acentuación melancólica del clima otoñal, ha salido a nuestro encuentro posibilitando la meditación sobre la muerte, casi requiriéndola.
Me temo, sin embargo, que otras urgencias -desde las económicas hasta las de un horizonte electoral que quisiéramos acelerar- hayan impedido que muchos dedicáramos el tiempo suficiente a pensar sobre el final inevitable de la "hoja de ruta" de todo ser viviente.
Por otra parte, la muerte y sus víctimas -los muertos- merecen ser evocados con mayor calidad de la que nos suele permitir esta sociedad maestra en la prestidigitación que logra hacer desaparecer en un instante lo que a todas luces nos ha acompañado como evidente hasta ese momento.
Para apoyar con solvencia esa meditación imprescindible ni por un momento se me ha ocurrido acudir a cualquier diario -de papel o digital- en búsqueda de un suelto o una columna dedicada a la anual efemérides; hubiera sido en vano: esas urgencias evocadas antes son inmisericordes y señalan con el dedo acusador a cuantos pretendan salirse de las vigencias consagradas.
Así pues, se me ha ocurrido acudir, una vez más, a mi pensador de cabecera: J. Ratzinger que una vez más, con la sencillez de los sabios, dentro de su propio mundo mental, permite remontar el vuelo del pensamiento y pensar, pensar, pensar...en lo que es esencial, en lo que nos constituye como personas más allá de la bendita, pero insuficiente, animalidad compartida con las bestias.
He aquí un pequeño fragmento de una alocución, tan breve como enjundiosa, que dedicó anteayer al tema de la muerte. Puede verse en su integridad en zenit.org

"Desde siempre, el hombre se ha preocupado por sus muertos y ha intentado darles una especie de segunda vida a través de la atención, el cuidado, el afecto. En un cierto sentido, se quiere conservar su experiencia de vida; y, paradójicamente, el modo en que vivieron, lo que amaron, lo que temieron, lo que esperaron y lo que detestaron, lo descubrimos precisamente por sus tumbas, ante las cuales se agolpan los recuerdos. Son casi como un espejo de su mundo.

¿Por qué es así? Porque, a pesar de que la muerte sea un tema casi prohibido en nuestra sociedad, y se pretenda continuamente quitar de nuestra mente el solo pensamiento de la muerte, ésta nos afecta a cada uno de nosotros, afecta al hombre de todo tiempo y de todo lugar. Y ante este misterio todos, incluso inconscientemente, buscamos algo que nos invite a esperar, una señal que nos dé consuelo, que se abra algún horizonte, que ofrezca aún un futuro. El camino de la muerte, en realidad, es un camino de esperanza, y recorrer nuestros cementerios, como también leer las inscripciones sobre las tumbas, es llevar a cabo un camino marcado por la esperanza de eternidad.

Pero nos preguntamos, ¿por qué tememos la muerte? ¿Por qué la humanidad, en su mayoría, nunca se ha resignado a creer que más allá de ella no haya simplemente nada? Diría que las respuestas son muchas: tememos la muerte porque tenemos miedo de la nada, de este partir hacia algo que no conocemos, que nos es desconocido. Y entonces hay en nosotros un sentimiento de rechazo porque no podemos aceptar que todo lo que de bello y de grande ha sido realizado durante toda una existencia sea eliminado de repente, caiga en el abismo de la nada. Sobre todo, sentimos que el amor reclama y pide eternidad, y no es posible que sea destruido por la muerte en un solo momento".

martes, 23 de agosto de 2011

Ese falso, inútil, pero pernicioso laicismo

Llevo más de un mes sin "cultivar" este pequeñísimo jardín que es la modesta pero indiscreta ventana que hace ya bastantes meses se me ocurrió abrir, y querría ir desperezándome poco a poco -porque pereza es, probablemente, la causa última de mi descuido- por fidelidad a los amigos que se toman la molestia de leer mis reflexiones, y por fidelidad a mí mismo que me metí en este mundo sin que nadie me obligara a ello y siento el reclamo de mi subconsciente que de vez en cuando me grita: ¡qué vago eres!
La ocasión para volver me la brinda la reciente celebración de la JMJ cuyos ecos aún resuenan entre nosotros y estoy seguro perdurarán más tiempo del imaginado porque eventos de este tipo, sobre todo cuando salen tan bien como éste, están llamados a dejar una huella perceptible en comentarios y valoraciones, sugerencias e iniciativas de largo recorrido.
Me estoy dedicando a leer la mayor parte de los comentarios que ya ha generado el acontecimiento. Curiosamente, hoy me he encontrado con uno firmado por un autor cuyas dedicaciones profesionales no van precisamente por el camino del comentario religioso y que por eso mismo ha llamado poderosamente mi atención. Como lo comparto en su integridad y creo que ofrece una buena evaluación del valor de fondo de JMJ y de lo que trató de ser su siniestro contrapunto, lo reproduzco íntegro para mis amigos lectores no importándome que resulte un poco largo.
Esto es lo que escribe Jaime Peñafiel en republica.com (diario on line, por cierto, nada sospechoso de clericalismo, ni de especial devoción a la Iglesia católica), bajo el significativo título "Maldita Puerta del Sol":

"Soy creyente y practicante a veces. Si no lo fuera, el espectáculo humano de la JMJ que hemos gozado, me convertiría. En la medida que el comportamiento de algunos tipejos del 15M con jóvenes peregrinos me obligan a reconsiderar los sentimientos de izquierda que, hasta ahora, tenía.

La imagen de un hijo de puta insultando hasta las lágrimas a una joven, limpia, sonriente y bonita, que solo se defendía mostrándole un crucifijo (¡Apártate satanás!) y otro de la misma calaña y, además, cobarde, gritándole a un grupo de peregrinos que cruzaban la maldita Puerta del Sol “Os vamos a hacer lo que en el 36”, un grito que llevaba implícito una amenaza de muerte, me han alterado profundamente. Todo esto sin que hubiera una sola persona, un solo hombre, que tuviera lo que hay que tener para darles a estos tipejos dos hostias, muy apropiadas en estos días.

Miedo me dieron estos individuos, hijos de mala madre, frente al ejemplar comportamiento de los hijos de Dios que, sin perder la sonrisa, aunque con el miedo y las lágrimas en los ojos, continuaban su camino hacia la Plaza de Cibeles para vivir su via crucis que había comenzado a sufrir en el kilómetro O de una ciudad que, por unos días y gracias a ellos y a su alegría permanente ha hecho realidad eso de “Madrid al cielo”.

Según el jefe de servicio de limpieza urgente del Ayuntamiento de Madrid,“no se ha recogido ni una sola lata de cerveza. Eran chicos que transmitían alegría y colaboraban mucho. Eran súper amables y educados.”

Como escribía el admirado David Gistau, “con la marcha de estos chicos volvemos a ser una ciudad de mala educación en el trato. De humanos que no sonríen al cruzarse contigo”. Sobre todo, una ciudad encabronada por el 15M, sin que nadie, ni de la derecha ni de la izquierda, of course, tengan el coraje de decir ¡basta!

Difícil va a ser que olvide las caras de aquellos cobardes de la Puerta del Sol que amenazaban con volver al 36.

Hasta Carlos Boyero, viejo y querido amigo de la época de ‘El Independiente’, de Pablo Sebastián, y hombre de izquierdas, calificaba a quienes maldecían a las legiones de jóvenes peregrinos, como “algo peor que intolerantes, simplemente estúpidos”. Y a los que consideraban que “la muchachada católica que oran y cantan para demostrar al mundo que es la hostia de bullanguera, sana y divertida, y están provocando con su alegría, solo se les puede ocurrir a tarados”.

Y Sánchez Dragó “Se han ganado la simpatía de casi todo el mundo, bordes aparte, sin excluir, espero, a los laicos de buena voluntad”.

martes, 12 de julio de 2011

Catolicismo español: una valoración autorizada

Se está hablando estos días en medios eclesiales de la concesión del primer premio Joseph Ratzinger a tres teólogos y pensadores entre los que se encuentra el español Olegario González de Cardedal.
Hace pocos días fue el propio papa el que entregó el premio a los galardonados acompañando la entrega de palabras llenas de afecto personal y reconocimiento académico. Además, Benedicto XVI nos obsequió en ese mismo acto con un discurso magistral en el que reflexionó sobre la naturaleza y función de la teología.
Viene todo esto a cuento porque acabo de encontrar, en una entrevista que le hacen a Olegario -una de las muchas que le están haciendo con motivo del premio-, una valoración sobre el catolicismo en la España de hoy que a muchos les resultará sorprendente y que, viniendo de quien viene, un fino observador de la peripecia socio-cultural y religiosa de España, da que pensar, y obliga, creo yo, a desmontar ciertos tópicos con los que vivimos y con los que "desesperamos".
Transcribo esa luminosa respuesta de nuestro teólogo premiado y reconozco que comparto su tenor aunque a veces me cueste aceptar, en medio de determinadas oscuridades, que afortunadamente las cosas son probablemente así:

"-¿Cuando se comenzó a diluir el catolicismo en España?

-No se ha diluido. Una cosa es la superficie, la espuma ante la que ahora estamos. Creo que hay más vida católica y cristiana en la España de hoy que en la de hace 50 años. La medición de las conciencias, de la fe profunda, es muy difícil. No porque hayan dejado de aparecer juntos en los salones de los ayuntamientos el gobernador y el obispo, España ha dejado de ser católica. Ahora hay más decisión personal, más grupos de vida, más movimientos decididamente católicos que hace 50 años, con más implicación en la vida personal que en la manifestación pública. La democracia llegó a España al final de un largo proceso de preparación a la espera de que muriera el dictador, por eso no se produjo una ruptura, porque llegó con la maduración histórica a la que contribuyó el Concilio Vaticano II, al invitar a los católicos a la libertad y a la participación pública".

martes, 7 de junio de 2011

Pequeño consuelo

Aunque sea más bien exiguo, ciertamente algo de consuelo produce encontrarse con noticias como la que reproduzco más abajo.
Tendríamos los cristianos que meditar ampliamente para tratar de encontrar las raíces de esta desafección, no ya de las "masas" (que, como queda claro, no resulta siempre evidente ni mucho menos), sino de estos voceros profesionales que en nuestro tiempo se han convertido en los amos de una sociedad a la que le cuentan con frecuencia no tanto la realidad tal y como realmente aparece, sino su valoración subjetiva de la misma, es decir, lo que ellos creen que es o, más frecuentemente, lo que opinan que debería ser.
O sea: que en todas partes cuecen habas, aunque tal vez lo más preocupante sean los pucheros.

"Una encuesta realizada recientemente reveló que la cadena británica de televisión pública (BBC) es considerada cristianofóbica; es decir, anticristiana y desvirtuadora del cristianismo. De acuerdo con la investigación, que fue realizada por la propia cadena televisiva, la BBC es considerada ampliamente como un medio de comunicación que muestra una actitud anti-cristiana en su programación. Según los televidentes, la cadena utiliza "los estereotipos despectivos" al referirse a los cristianos a quienes describen como "débiles" y "fanáticos". (Fuente: The Christian Institute). El informe de la BBC dijo que el estudio se llevó a cabo como parte de la estrategia de la diversidad de la corporación, ya que, en términos de religión, había muchos que consideraban que la cadena de comunicaciones era anti-cristiana, y como tal, tergiversaba el cristianismo. El sentir expresado por los televidentes es que "los cristianos son específicamente maltratados, con la impresión de que otras religiones más minoritarias son más positivamente presentadas". Y eso, a pesar de que, según se reconoce expresamente en el informe, "el cristianismo es la religión más extensamente observada por los británicos". Uno de los encuestados respondía: "Como cristiano encuentro que la presentación del cristianismo en la BBC es inadecuada, ya que retrata estereotipos incorrectos y a menudo peyorativos". Otro señalaba: "Rara vez encontramos un cristiano retratado en una serie, y cuando lo hacen, se trata normalmente o de una persona débil o de una persona prepotente". ¿Es usted capaz de imaginar a un país árabe cuya cadena pública de televisión fuera conceptuada o percibida por sus oyentes como antiislámica? Pues bien, estas cosas, en cambio, sí ocurren en Europa.

Un portavoz de la emisora, negó las acusaciones diciendo que "la BBC no tiene un sesgo anticristiano. Tenemos estrictas normas de redacción en la imparcialidad, incluyendo las perspectivas religiosas". (…) En enero de este año una ex estrella de las noticias de la BBC advirtió que los cristianos son "presa fácil" para los insultos en el organismo de radiodifusión televisiva, mientras que los musulmanes no deben ser ofendidos. Pedro Sissons, cuyas memorias se publican en el Daily Mail, dijo: "El islam no se debe ser ofendido a cualquier precio; sin embargo, los cristianos son presa fácil porque no hacen nada si se sienten ofendidos".

La encuesta entrevistó a casi 4.500 personas, incluyendo algunos empleados de la BBC".

sábado, 21 de mayo de 2011

Pequeñas perlas inesperadas

Comentario encontrado en el blog "Rumores de Ángeles":

"Qué lástima. Cuánto pardillo manipulado en Sol. Los de "Izquierda hundida-Los bordes", reciclados y maquillados, vuelven a seducir a unas cuantas víctimas de la LOGSE y a los cadáveres del zapaterismo. Bastante penoso.
Por si a alguien hace falta refrescarle la memoria, le recuerdo dónde están hoy los artífices de Mayo del 68: Sentados en sus despachos esperando la jubilación. Veraneando en Ibiza, metiéndose de todo (los que no murieron de sobredosis). Y mirando al cielo esperando que lleguen los ovnis.
Vanitas Vanitatis".

Pues lo suscribo en su integridad. No cabe duda de que a veces se encuentran perlas donde menos se espera.

jueves, 12 de mayo de 2011

El don de saber comunicar contenidos poco fáciles

Al poco tiempo de ser elegido Papa BXVI, empezaron los comentarios periodísticos sobre su personalidad, la mayoría de los cuales, como era de esperar, no superaba la fácil tentación de establecer comparaciones con su predecesor. Las opiniones variaban, naturalmente, pero poco a poco se fue imponiendo una convicción que algún comentarista, en frase feliz, sintetizó así: a JPII la gente iba, sobre todo, a verle; a BXVI, la mayoría quiere oírle.
Como toda apreciación periodística, ésta resulta discutible, pero es indudable que apunta a algo cierto o correctamente intuido: la mayor calidad, o si se prefiere, profundidad teológica del discurso del papa Ratzinger en comparación con los contenidos de las alocuciones su predecesor. Éste, por su parte, superaría al actual pontífice en capacidad de atracción, digamos visual, de los asistentes a las semanales audiencias.
Me ha venido esto a la mente, leyendo la catequesis que ofreció ayer BXVI a los fieles que le acompañaron en la semanal audiencia de los miércoles. El papa, que ha iniciado un ciclo de reflexiones sobre el nada fácil ni "popular" tema de la oración, deslizó un párrafo que me ha llamado especialmente la atención porque creo que une profundidad, sencillez, claridad y sensibilidad, digamos, "moderna", al saber incorporar reflexiones de pensadores modernos que pocos, incluso de sus conocedores, esperaría encontrar en ellos.
Me complace compartir con mis lectores este párrafo que, además, es posible saborear mejor leyéndolo que en la audición, siempre algo alborotada, del encuentro semanal en la plaza de San Pedro:

"En la oración, en todas las épocas de la historia, el hombre se considera a sí mismo y a su situación frente a Dios, a partir de Dios y respecto a Dios, y se da cuenta de que es criatura necesitada de ayuda, incapaz de procurarse por sí misma la realización cabal de la propia existencia y de la propia esperanza. El filósofo Ludwig Wittgenstein recordaba que “rezar significa sentir que el sentido del mundo está fuera del mundo”.
En la dinámica de esta relación con quien da sentido a la existencia, con Dios, la oración tiene una de sus típicas expresiones en el gesto de ponerse de rodillas. Es un gesto que lleva en sí mismo una radical ambivalencia: de hecho, puedo ser obligado a ponerme de rodillas -condición de indigencia y de esclavitud- o puedo arrodillarme espontáneamente, confesando mi límite y, por tanto, mi necesidad de Otro. A él le confieso que soy débil, necesitado, “pecador”.
En la experiencia de la oración, la criatura humana expresa toda la conciencia que tiene de sí misma, todo lo que consigue captar de su existencia, y, a la vez, se dirige, toda ella, al Ser frente al cual está, orienta su alma a aquel Misterio del que espera el cumplimiento de sus deseos más profundos y la ayuda para superar la indigencia de la propia vida.
En este mirar a Otro, en este dirigirse “más allá” está la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que supera lo sensible y lo contingente".

martes, 10 de mayo de 2011

Lamentable decepción: así somos, al parecer, hasta en lo físico

No hay experiencia peor en la vida de los hombres que la de constatar sin lugar a dudas la imposibilidad de superar algo desagradable, de liberarse, por ejemplo, de una dependencia, de un acoso, de un dolor molesto y recurrente.
En el terreno, digamos, espiritual, no faltan técnicas que, debida y sabiamente aplicadas, logran éxitos a veces espectaculares, por ejemplo, reacciones serenas frente a amenazas más o menos reales, disminución de fobias recurrentes, superación de ideas fijas paralizantes, etc.
Hoy acabo de leer una información francamente decepcionante. Especialmente para los muchos -cada vez más- afectados por el problema de la obesidad. Lean, amigos, esto que transcribo (tomado del ABC de hoy)y díganme si no estamos ante una especie de "octava plaga" que el autor bíblico hubiera agradecido conocer para engrosar su lista, y...perfeccionarla.
Tan lamentable como, por lo visto, cierto:

"En el último año, la liposucción se ha convertido en la intervención de cirugía estética favorita de las mujeres y cada vez más de los hombres. La promesa de librarse de los antiestéticos michelines para siempre hace que muchos la vean como una inversión de futuro. Pero la cruda realidad, según un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, es que la grasa vuelve un año después de la intervención, aunque se redistribuye hacia otras zonas del cuerpo,especialmente en la parte superior del abdomen, los hombros y los tríceps.

«El hecho de que la grasa retorne es de gran interés para los científicos porque eso significa que los niveles de grasa del cuerpo están fuertemente regulados por mecanismos que aún desconocemos», explica Robert Eckel, uno de los autores del estudio, que se publica en la revista «Obesity». (...).

Los investigadores confirmaron su hipótesis con roedores después de observar que la grasa vuelve cuando se elimina, del mismo modo que los seres humanos recuperan su peso después de haber adelgazado. «Creemos que el cerebro sabe de alguna manera la cantidad de grasa que tiene el organismo y trata de regular su presencia para que sea siempre la misma. Por eso es tan importane prevenir la obesidad», advierte Eckel".

lunes, 9 de mayo de 2011

Laicismo pintoresco y opinión pública sensata

Por lo que puede tener de "ejemplificante" (en varios sentidos) para nuestra realidad patria, reproduzco a continuación un post del portal "La Iglesia en la prensa" -portal que, como he dicho otras veces, aprecio mucho- que me ha llamado la atención.
Es verdad que la noticia que transmite nos puede hacer exclamar el clásico: "en todas partes cuecen habas"; pero no es menos cierto, me parece, que el desenlace nos hace ver que el tipo de "cocción" no es exactamente igual en todas partes, por lo que el producto final tampoco es probablemente el mismo...para desgracia, por cierto, de nuestra hispana gastronomía.

La lección de laicidad del electricista inglés

Colin_atkinson

A estas alturas, me parece un dato comprobado que las polémicas (europeas) con motivo de la exposición pública de símbolos religiosos cristianos no las promueven seguidores de otras religiones. Por lo general, no se trata de la reacción de minorías que se sienten discriminadas por la religión mayoritaria. No. Los promotores suelen ser militantes de determinadas corrientes ideológicas que postulan (eso sí, como si fuera un credo religioso) la desaparición de esos símbolos de la esfera pública (especialmente, de los cristianos). Así pues, son gentes que pretenden imponer a todos su propia visión, que consiste no en el pluralismo de símbolos, sino en la supresión de símbolos, en la pared vacía, como si se tratara de la única vía.

Esto viene a propósito de la historia del electricista inglés que, por el hecho de exhibir una cruz en el salpicadero de la camioneta de la empresa, fue amenazado de despido. Desconocía cómo había terminado el caso, así que he recuperado algunas informaciones sobre este hombre, Colin Atkinson (foto), de 64 años, parroquiano de una iglesia pentecostal. Me entero con sorpresa de que todo había empezado hace quince meses (yo pensaba que era una historia de estos días), cuando uno de los capataces le dijo que quitara el crucifijo. Atkinson quiso saber en base a qué reglamento interno emitía esa orden, pues en 14 años nunca tuvo problemas. Se descubrió que, en efecto, no había ningún reglamento, y que nadie había dicho nada ante los símbolos expuestos por sus compañeros musulmanes o sikhs, ni tan siquiera ante el póster del Ché Guevara exhibido en el despacho de su jefe.

Como respuesta, la empresa emitió una nueva regla: todos los símbolos personales deben ser quitados de las camionetas. Con lo que no contaba la empresa fue con la reacción popular: Atkinson fue invitado a muchos programas de televisión y en algunos sondeos realizados en directo el 100 % del público votó a su favor. Se demostró que no era ningún fanático ni anti nada. “Nadie se quejó nunca, ni mis colegas ni mis clientes”. Atkinson fue víctima de un ataque de “corrección política” que sufrió su capataz, y los otros jefes. Al final, como buenos británicos, supieron recobrar el sentido común. Y el electricista inglés dio a todos una lección de laicidad, defendiendo con tenacidad sus derechos.

lunes, 18 de abril de 2011

La fecha -cambiante- de la Pascua

Este año los cristianos de todo el mundo y de todas las confesiones vamos a celebrar la Pascua el mismo día. Esta coincidencia en la fecha no es nada frecuente y resulta una "asignatura pendiente" de las iglesias cristianas lograr un acuerdo que llevara a que todos los creyentes en Cristo resucitado celebraran el acontecimiento por excelencia de su fe unidos, no sólo espiritualmente, sino también, podríamos decir, físicamente: el mismo día del mismo mes.
Transcribo un extracto de la amplia respuesta que dedicó a la pregunta por la razón de esa divergencia de fechas en la celebración pascual, el boletín del Consejo Ecuménico de las Iglesias del año 2007 en su versión española.

"¿Por qué la celebración de la Pascua no cae cada año en la misma fecha, como es el caso de Navidad, por ejemplo?

En pocas palabras, la respuesta sería la siguiente: porque en el siglo IV se decidió celebrar la Pascua de Resurrección después de la primera luna llena que sigue al equinoccio de primavera (vernal) en el hemisferio Norte (o sea el equinoccio de otoño en el hemisferio Sur). ("Equinoccio" es un día del año en el que el día y la noche tienen la misma duración. Esto sucede dos veces al año, en primavera y en otoño).

De conformidad con el Antiguo Testamento, la muerte y la resurrección de Jesús tuvieron lugar aproximadamente en el tiempo de la Pascua judía; la Pascua judía se celebraba el día de la primera luna llena después del equinoccio de primavera, y por ello era una festividad móvil (…) Los cristianos de diferentes regiones celebraban la Pascua en fechas diferentes. Ya a finales del siglo II, algunas iglesias celebraban la Pascua cristiana el mismo día de la Pascua judía, independientemente de si era domingo o no, mientras que otras la celebraban el domingo siguiente (…) Ante esta situación, el Concilio de Nicea, en el año 325, buscó una solución unificada que guardaría relación con la fecha de la Pascua judía como se celebraba en el tiempo de Jesús. Para ello se fijó definitivamente la celebración de la Pascua en una fecha móvil (…) El Concilio de Nicea estableció, en el año 325, la regla según la cual la Pascua se celebraría el primer domingo tras la luna llena que sigue al equinoccio de primavera (vernal) en el hemisferio Norte (…) Pero cabe destacar que, incluso tras el Concilio de Nicea, continuaron existiendo diferencias respecto de la fecha de la Pascua por el hecho de que el Concilio no dijo nada sobre el método que debería utilizarse para calcular la entrada de la luna llena y del equinoccio vernal.

Ahora bien, la verdadera dificultad que plantea actualmente esta situación tiene su origen en el siglo XVI, cuando el Calendario Gregoriano reemplazó al Juliano que se había establecido en el 46 a.C. Llevó cierto tiempo hasta que todos los países adoptaron el nuevo calendario (¡Grecia no lo hizo hasta principios del siglo XX!). Sin embargo, las iglesias ortodoxas aún continúan utilizando el Calendario Juliano para calcular el equinoccio de primavera y la luna llena que lo sigue. De ahí que calculen fechas diferentes".

sábado, 16 de abril de 2011

Muy triste, pero real

Por su interés, reproduzco a continuación, e íntegramente, la columna que publica en la edición de hoy, 16 de Abril, el diario ABC, firmada por Juan Manuel de Prada.
Sólo quiero añadir una reflexión. El columnista arranca de la declaración de uno de los convocantes de la llamada "manifestación atea", y después alude a unas recientes manifestaciones del catedrático y ex-rector de la Universidad Carlos III de Madrid Gregorio Peces-Barba.
Pues bien, me parece evidente que estas últimas contienen una peligrosidad intelectual, social y política exponencialmente mucho mayor que la declaración de intenciones del anónimo convocante, lo cual -al menos a mí- me llena de estupor, y sobre todo, de tristeza:

"ME estremecieron las declaraciones de uno de los convocantes de esa «procesión atea» que pretendía desfilar la tarde de Jueves Santo: «Representamos un frente ideológico. Un frente dedicado, única y exclusivamente, a castigar las conciencias católicas. Nuestro propósito es hacer daño. Y no nos andamos con contemplaciones». No se me escapa que el odium fidei es un sentimiento inextinguible, cuyas ascuas no se apagarán nunca, mientras el mundo sea mundo; pero me había habituado a considerar que, en este fase democrática de la Historia, elodium fideise manifestaba bajo expresiones menos furibundas, más sibilinas o asépticas, englobadas bajo lo que hemos dado en denominar «laicismo». Las declaraciones de ese convocante de la «procesión atea» me han permitido comprender que ambas expresiones del odium fidei pueden ser simultáneas y concurrentes, que puede haber un Estado que muy democráticamente imponga una idolatría política de obligado cumplimiento, a la vez que sus más furibundos paladines se ocupan de «castigar» y «hacer daño» a los recalcitrantes que se resistan a obedecerla. De hecho, los odiadores más sañudos de la religión sólo afloran allá donde previamente se ha impuesto una idolatría política que sibilinamente la combate. De todos es sabido que unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces. Y declaraciones tan sañudas como las de ese convocante de la «procesión atea» sólo adquieren un sentido pleno si las interpretamos a la luz de otras de apariencia más sibilina, como las que esgrimía Peces-Barba en un artículo reciente: «Cuanto más se les consiente y se les soporta, peor responden. Solo entienden del palo y de la separación de los campos». Para que nadie interprete malévolamente que Peces-Barba está promoviendo la organización de guetos judíos, diremos que se refiere a los católicos.

La «procesión atea» ha sido, en fin, prohibida, por razones más bien colaterales y hasta peregrinas, tal vez porque los odiadores sibilinos de la religión, muy en su papel de polis buenos, consideraban que en esta ocasión los odiadores más sañudos —los polis malos— se habían excedido en su ímpetu. Pero esta «procesión atea» no era sino un aspaviento histriónico; y la verdadera procesión del odium fidei va por dentro. No emplea —de momento— el palo, sino el veneno sutil de la propaganda; y así, envenenando las conciencias, se logra crear el caldo de cultivo que a la larga permitirá sacar el palo del armario sin escándalo. En una célebre obra de C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino, Screwtape, un diablo veterano y de alcurnia, dedica a un diablo segundón y bisoño una serie de consejos que faciliten su misión en la tierra; entre los cuales se halla éste: «Queremos que la Iglesia siga siendo pequeña, no sólo para que los menos hombres posibles aprendan a conocer al Enemigo, sino sobre todo para que quienes se vuelvan contra él se coloquen en ese estado de exaltación enfermiza y de fariseísmo agresivo característicos de una sociedad secreta».

Esta es la verdadera procesión del odium fideique juzgo preocupante: la que, a la vez que propaga el ateísmo, pretende caracterizar a los católicos como una secta de fanáticos encerrada en una ciudadela. Y contra esa secta de peligrosos fanáticos sólo vale el «palo», como propugnaba Peces-Barba: la mofa y el escarnio elevados a la categoría de rutina, el confinamiento en un gueto de ostracismo, la muerte civil dosificada en pequeñas dosis. Quien lo probó lo sabe".

martes, 5 de abril de 2011

La Iglesia católica en China: doble enigma

Todos estamos de acuerdo en el carácter sumamente enigmático de China. Sabemos poco todavía de aquel lejano y legendario país. Nos vamos dando cuenta, eso sí, de que cada día que pasa crece su importancia como potencia mundial, y ya nadie considera exagerado decir que, en pocos años, el mundo entero será mucho más “chino” de lo que es ahora. Unos lo ven con simpatía, otros con curiosidad, y no pocos con miedo.

Pero si del gigante chino todavía sabemos relativamente poco, de la presencia y andadura dentro de él de la Iglesia católica, nuestra ignorancia, hablando en general, es prácticamente total.

Y, sin embargo, cada día nos es dado conocer más datos sobre la situación de las comunidades católicas que tratan de sobrevivir y crecer allí en una triple fidelidad: al evangelio, a la iglesia católica, y a la sociedad civil en plena expansión y desarrollo económico.

Hace unos años, el papa BXVI envió una carta a los fieles católicos chinos verdaderamente admirable y cuya repercusión en nuestros medios de comunicación -para no variar- fue manifiestamente mejorable. En ella el papa aludía a las notables dificultades que experimentan los católicos chinos para mantener esa triple fidelidad, les animaba a mantener la esperanza, y sugería pensamientos de indudable alcance político.

Para cualquiera que tenga una mínima información sobre el particular, no es ningún secreto que el problema más llamativo que sigue sin resolverse es el de la existencia de dos líneas jerárquicas dentro del episcopado chino: la de origen gubernamental (iglesia patriótica), que no siempre es aprobada o consentida por Roma, y la de origen, digamos, romano, es decir, aquella cuyos obispos son nombrados por la santa sede, y que, por tanto, gozan de la plenitud de la comunión eclesial.

Pero las cosas, miradas de cerca, deben ser -sin duda, son- mucho más complejas de lo que puede parecer. Buena prueba de ello es que las opiniones más cualificadas de conocedores desde dentro de la situación, y de observadores absolutamente solventes más desde el exterior, entran no pocas veces en conflicto a la hora de valorar el presente y de programar el futuro de la vida de la iglesia católica en China.

Reproduzco a continuación un extracto del interesante reportaje a parecido en el blog de Sandro Magister en L'Espresso que puede ayudar a aclararse algo más en este asunto. Sirva como aperitivo para un futuro mayor conocimiento de esta, a mi juicio, apasionante cuestión:



Al final de la semana pasada, casi a la misma hora, dos exponentes de peso de la Iglesia católica, ambos chinos, expresaron dos juicios diferentes sobre el difícil momento que la Iglesia atraviesa en China.

El primero es el cardenal Joseph Zen Zekiun, que fue obispo de Hong Kong, hoy ya retirado, pero siempre muy atento a lo que acontece en su país.

El viernes 1 de abril el cardenal Zen publicó en "Asia News", la agencia on line del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, un vehemente acto de acusación contra el "triunvirato" que quisiera reproducir con China la Ostpolitik practicada en el siglo pasado por el Vaticano con los regímenes comunistas. Una política de "diálogo a cualquier costo" – escribe Zen – desastrosa entonces, y aún más desastrosa hoy, cuyo único resultado sería el de "hundir siempre más a los católicos en el fango de la esclavitud".

El triunvirato sometido a acusación por Zen está compuesto por el cardenal Ivan Dias, prefecto de la congregación para la evangelización de los pueblos, un "notario" de la misma congregación vaticana, y el padre Jerome Heyndickx, célebre sinólogo y estratega del grupo. Los tres actuarían – según Zen – contra la línea dictada por Benedicto XVI en su carta del 2007 a la Iglesia en China, y contra la opinión de la mayoría absoluta de la comisión que el Papa ha instituido para seguir la situación en China, de la cual el mismo Zen es parte.

*

El segundo alto de dirigente de la Iglesia que el mismo viernes 1 de abril tomó la palabra sobre el caso de la China es el arzobispo Savio Hon Taifai, con una entrevista al diario de la conferencia episcopal italiana, "Avvenire", realizada por el vaticanista Gianni Cardinale.

Monseñor Hon, 61 años, es el primer chino que llega a ocupar un alto cargo en la curia romana. El pasado 23 de diciembre Benedicto XVI lo ha nombrado secretario de la congregación para la evangelización de los pueblos, que tiene la competencia sobre todos los territorios de misión, incluida la China.

Originario de Hong Kong, alto, físico delgado, aspecto juvenil, monseñor Hon se define como un "teólogo poco diplomático".

Efectivamente, en esta entrevista, que es la primera que concede hasta ahora, Hon expresa juicios muy directos. Sin esquivar ninguna cuestión. Describe con sencillez las visiones opuestas del cardenal Zen y del Padre Heyndrickx. Y no esconde que está más cerca del primero, aun sin seguirlo en todo.

(...) es necesario resumir brevemente lo que ha sucedido en los últimos meses entre el gobierno chino y la Iglesia católica.

El pasado 30 de marzo ha sido ordenado en China, en Jiangmen, un nuevo obispo: Paul Liang Jiansen, 46 años. Su nombramiento ha sido "aprobado" por la Santa Sede y simultáneamente "autorizado" por las autoridades chinas.

Entre el 18 de abril y el 15 de noviembre del 2010 otros diez obispos han sido ordenados en China con la aprobación conjunta de Roma y Pekín, en las diócesis de Hohot, Haimen, Xiamen, Sanyuan, Taizhou, Yan'an, Taiyuan, Yuncheng, Nanchang, Zhoucun.

Pero en medio, el 15 de noviembre, en la diócesis de Chengde hubo una ordenación ilícita, es decir, realizada por intención del gobierno sin la aprobación del Papa. Desde el año 2006 no se hacía en China una ordenación episcopal ilícita.

Y poco después, del 6 al 8 de diciembre, las autoridades chinas han reunido en Pekín una asamblea nacional de representantes católicos, en la que han participado 45 obispos, muchos de los cuales aprobados por el Vaticano, y se han elegido los dirigentes de la conferencia episcopal y de la asociación patriótica: dos organizaciones que no son reconocidas por la Santa Sede.

La ordenación ilícita de Chengde y la asamblea de Pekín han sido desaprobadas por la Santa Sede con comunicados de tono muy fuerte, el 24 de noviembre y 17 de diciembre”.


domingo, 3 de abril de 2011

Claridad y sencillez al servicio de lo esencial

Hay temas de los que no resulta fácil hablar (o escribir). Son, sobre todo, esos temas que se refieren a vivencias o expresiones de la propia religiosidad. En ocasiones, además, estos temas, de por sí difíciles de abordar como digo, se tiñen de un color desagradable gracias a la polémica que les envuelve en un determinado momento.

Es el caso, por ejemplo, del asunto de la adoración eucarística, práctica típicamente católica que antaño estaba sumamente arraigada en el pueblo cristiano, y que, poco a poco, fue perdiendo “fuelle” hasta desaparecer en no pocos ambientes, gracias a justificaciones pretendidamente teológico-litúrgicas, a mi juicio poco o nada convincentes por insolventes.

Afortunadamente, existen personas especialmente dotadas para decir en pocas palabras, y lejos de toda polémica, las verdades de fondo que han sustentado y siguen sustentando el valor de prácticas como la que acabo de mencionar. Cuando, además de la exactitud y la concisión, a lo que se dice le acompaña la sobria belleza de la calidad literaria, uno siente no sólo la necesidad de aplaudir, sino también la urgencia de compartir lo descubierto.

Eso me ha pasado hoy a mí al leer en el número correspondiente a esta semana de la revista Vida Nueva la columna que Pablo D'Ors dedica a este tema de la adoración eucarística. Reconozco humildemente que a mí me hubiera encantado escribir una columna como esta. Sirva como reconocimiento a su notable calidad la reproducción de la misma que hago en este blog.

Y no se piense que es un tema menor. Precisamente el enfoque de la cuestión y la forma de resolverlo, nos hace ver que el autor ha sabido descubrir el alcance teológico y antropológico del asunto: el misterio de la lejanía insuperable de un Dios cuya real cercanía, sin embargo, casi siempre pretendemos utilizar para manipularle. No se lo pierdan:

"Como el de todo cristiano, mi culto a la Eucaristía ha estado conformado por la comunión y la adoración. Mediante la comunión, celebro que Dios está cerca (más cerca imposible, pues entra en mí hasta confundirse conmigo); mediante la adoración, en cambio, celebro que está lejos. Sí, la adoración del Santísimo no es más que la celebración de la distancia de Dios.

Prefiero con mucho la adoración a la comunión, porque esta es un estado excepcional (raramente siente el hombre a Dios tan cerca), mientras que aquella es la situación habitual (a Dios solemos sentirlo lejos). Adorando el Santísimo aprendemos que el hombre es hombre y Dios, Dios: que se juntan en ocasiones, pero que Dios no se deja atrapar. Mediante la adoración del Santísimo celebro, es decir, recreo, la situación espiritual de alejamiento de Dios por parte del hombre contemporáneo. Se la recuerdo al mundo, se la recuerdo a Dios.

Cuando me pongo de rodillas ante el Santísimo, no solo miro la Hostia –allá a lo lejos–; miro también la distancia misma que hay entra Ella y yo, y esa distancia –no solo la Hostia, repito– me parece también digna de veneración.

Mediante la comunión, nos divinizamos; mediante la adoración, nos humanizamos. Quien adora el misterio termina por convertirse él mismo en un misterio. Dios no es evidente, sino que está oculto: se ha manifestado ocultándose. La más luminosa revelación del misterio es la de su ocultación".

lunes, 14 de marzo de 2011

Chirigota con agradable sorpresa

Nunca me han hecho excesiva gracia las célebres “chirigotas” del carnaval de Cádiz. Es verdad que no la suelo seguir cuando cada año por estas fechas nos dan cuenta de ellas en los medios de comunicación.

Supongo que esta distancia emocional mía hacia este género humorístico se debe, sencillamente, a que no he nacido allí donde tienen su asentamiento, lo que me impide una empatía suficiente que probablemente sí tendría de ser yo gaditano.

Sea de ello lo que fuere, me ha resultado muy llamativo, y reconozco que me ha agradado sobremanera, enterarme de que este año uno de los grupos carnavaleros, el grupo llamado ‘Los defensores de Luis’ ha ofrecido una chirigota cuya letra –cosa insólita, que yo sepa- hace una defensa rotunda y no carente de talento de esa fauna que tan molesta empieza resultar en muchos ambientes que somos los creyentes. He encontrado la referencia en Infocatolica.com que, a su vez la toma de Religión confidencial. La letra de la ‘chirigota’ de "Los defensores de Luis" dice así:

“Cada vez que digo que yo soy creyente / aparece algún valiente que me juzga, / con la voz cobarde del intransigente / que surge siempre de la censura. / Esos que presumen ser inteligentes / y van buscando su razón en la incultura / porque no entienden que la fe me haga más fuerte / que simplemente es un invento de los curas / que surge nada más, que surge por el miedo hacia la muerte.

¿Y a quién se ofende si le doy gracias a Dios? / ¿Y a quién se ofende si le pido protección? / ¿qué más me da quien me comprende / si el creer me hace más fuerte y me hace ser mejor persona. / Si a Dios lo encuentro solamente en el amor / y no en las manos indecentes que se justifican si “adoran” / y en las manos pederastas ni de aquellos que mataran y juraran en Su nombre.

Dios está en las manos del que ayuda, del que no pregunta nunca / y que perdona los errores. / Ése es el Dios que me llena / ése es el Dios que ilumina / y si en el mismo día en que me muera, / compruebo de verdad que no existiera / la misma fe que muchos tirarían / si me hizo ser feliz toda mi vida / ya me ha valido la pena / ya me ha valido la pena.”

Nos queda la ironía...(algo es algo)

Reproduzco un amplio fragmento de la columna que publica hoy en ABC Juan Manuel de Prada. Como puede verse -y por eso la quiero compartir con mis lectores- el célebre escritor une en ella un fondo lleno de ironía y humor a una forma literaria deliciosa, hasta el punto de que, después de leerla, uno tiene la impresión de que está escrita de un tirón y de que probablemente cualquiera podría escribir algo parecido sin especial dificultad. Lo primero, no lo sé; pero lo segundo tengo la convicción de que es rotundamente falso. Disfruten fondo y forma:

“…A Zapatero sus conmilitones lo han convertirlo en un jarrón chino antes de que deje de ser presidente; pero no en un jarrón de la dinastía Ming, sino en un jarrón comprado en el chino, cuya proximidad los abochorna, como al advenedizo abochorna que sus amistades más esnobs sepan que su madre pueblerina lo sigue surtiendo de chorizos por cada matanza. Y ahora los vemos a todos tratando de escurrir el bulto, para que no los retraten con el jarrón comprado en el chino que en otro tiempo lucían orgullosos en el vestíbulo de su casa. Zapatero, que durante un tiempo ya lejano presumió de «baraka», invulnerable a los infortunios que suelen acechar al poderoso, se ha convertido para sus propios conmilitones en una mezcla de leproso y baldragas con halitosis; o en algo todavía peor, un gafe que todo lo malogra con sus proximidad cenicienta. Si viviera aquel profesor Genaro Occhipinti, doctor en Ciencias Ocultas, al que tantas veces se encomendó el añorado maestro Campmany, podría haber hecho su agosto recetando ensalmos repelentes a los socialistas que desean mantener alejado de sus feudos a este jarrón comprado en el chino al que en otro tiempo se abrazaban como los borrachos se abrazan a las farolas, mientras el culo se les hacía pepsicola.

¿Y cómo vivirá Zapatero que los aduladores de antaño le hagan ahora el cordón sanitario? Quienes lo conocen bien, aseguran que el resentimiento es el rasgo constitutivo de su carácter; y afirman que, si la fortuna le brindare ocasión de resarcirse (lo que cada vez parece más improbable), lo hará sañudamente. Entretanto, como el jarrón comprado en el chino al que relegan al desván sombrío, y aún guarda un resto de pundonor herido para prometer que seguirá contribuyendo al lustre del hogar desde el nuevo puesto que le han adjudicado, ha dicho mohíno:

—A mí ya me han juzgado en otras ocasiones. Ahora voy a tratar de que a los compañeros les vaya lo mejor posible, y les voy a dar todo mi apoyo.

Frase que, bajo su fachada afable, esconde unos sótanos de bilis retenida que dan pavor. Lo que quizá los conmilitones de Zapatero ignoran es que a los jarrones comprados en el chino, a diferencia de los jarrones de la dinastía Ming, que son muy delicados y quebradizos, no basta con pegarles una patada para hacerlos añicos. Como están fabricados con policarbonato, resultan irrompibles; y aguardan, pacientes, el momento en que, tras el terremoto que hará añicos el resto de la loza, vuelvan a lucir en el vestíbulo desolado, orgullosos de su ordinariez plebeya.”

sábado, 12 de marzo de 2011

Comprender a fondo la hostilidad frente a la religión

Las lamentables actuaciones de algunos grupúsculos de gamberros, autoproclamados izquierdistas, en las capillas, ayer de la Complutense, y hace algunas semanas de alguna facultad de Valladolid y de Barcelona, junto a la preocupante tibieza de las respectivas autoridades académicas, me llevan a reproducir íntegro el artículo publicado hoy en libertaddigital.es y firmado por GEES (Grupo de Estudios Estratégicos) cuyas aportaciones a la reflexión sobre los problemas que nos acucian suelen ser, a mi juicio, de notable valor y calidad.

“En la historia de Europa, todas las manifestaciones de persecución religiosa han tenido tres características: en primer lugar, han comenzado justificándose mediante la apelación a la Ilustración, a la razón o al progreso, señalando a las creencias religiosas como rémoras del pasado incompatibles con la modernidad. El avance en términos de tolerancia justificaría así la intolerancia ante los cristianos: es la política que mantiene, por ejemplo en España el Gobierno de Zapatero, que ha ido más lejos que cualquier izquierda europea en ello. Paradójicamente, en el mundo musulmán, el radicalismo islamista persigue con igual intolerancia al cristianismo por lo contrario: por considerarlo representante de la modernidad. En suelo europeo, en el arrinconamiento cristiano ambos, islamismo e izquierdismo, colaboran activamente.

En segundo lugar, en Europa la persecución se ha llevado acabo con la excusa de que la religión no debe inmiscuirse en la sociedad. Los grandes totalitarismos del siglo XX, el socialista y el nacionalsocialista, consideraban que ninguna creencia ni ninguna regla de la conciencia debían situarse por encima de la sociedad y de sus instituciones. Puesto que toda religión implica por definición una vertiente social, el arrinconamiento y persecución de judíos o cristianos se vuelve infinito: en la medida en que exista un solo creyente, existirá el peligro de que la conciencia se vuelve contestataria. La misma paranoia contra los cristianos es la que lleva a los islamistas, desde Pakistán hasta Egipto, a perseguir a esta minoría hasta buscar su aniquilación: el caso de Mosul en Irak muestra a las claras esta salvaje estrategia. Es significativo el silencio que las elites laicistas europeas mantienen respecto a esta vulneración de los derechos humanos; simplemente el islamismo acaba con coches bomba con lo que el laicismo trata de acabar legislando desde el poder político.

En tercer lugar, la persecución religiosa en Europa ha comenzado siempre con burlas hacia los creyentes y sus convicciones por parte de grupos radicales, burlas amparadas por una legislación cada vez más rigorista con las prácticas cristianas. Es habitual que ambas cosas corran paralelas: determinados grupos radicales ridiculizan las prácticas religiosas –sea en televisiones y medios de comunicación o en acciones y raids contra los lugares de culto que vulneran la libertad religiosa–, contando con el amparo del poder ejecutivo que en vez de perseguir unas prácticas que atentan contra la libertad religiosa, las ampara y justifica con leyes de progresivo arrinconamiento del hecho religioso. Punto este en el que, sin embargo, el islam moderado resulta más comprensivo que el izquierdismo europeo.

Lo particular de la persecución religiosa en Europa es que la izquierda promueve y alimenta la exclusión del cristianismo de la vida pública, colaborando con ello con el islamismo en el continente. Sin embargo, en último extremo, éste es aún más agresivo con el materialismo que representa la izquierda postmoderna que con el cristianismo en cualquiera de sus variables. ¿Cree la izquierda, tanto la bienpensante como la radical que ridiculiza a los creyentes, ataca a Benedicto XVI y defiende el modo de islamización a lo Erdogán como un modelo deseable, que el islamismo la respetará una vez le haya hecho el trabajo sucio?”

Testimonios que dan que pensar

Leo hoy en La-Croix que se encuentra estos días en Roma el genial actor americano Anthony Hopkins promocionando su película The Rite, en la que interpreta el papel de un joven sacerdote exorcista, de prácticas, por lo visto, poco ortodoxas.

El periódico francés le hace una interesante entrevista en la que, después de alguna breve referencia a sus dudas sobre la existencia real del demonio, aparece el párrafo que he traducido y que transcribo a continuación para los lectores de este blog porque lo he encontrado de interés.

Con frecuencia –y diría que cada día más- aprecio los testimonios personales como el presente bastante más que las sofisticadas y plúmbeas reflexiones que nos ofrecen algunos aprendices de filósofos, bien en pretenciosas columnas de periódicos, bien en libritos de autoayuda que proliferan en estanterías de grandes superficies.*

* “-¿Cree usted en Dios?

* Durante mucho tiempo no he creído ni en Dios ni en el diablo. Mi padre era ateo. Hoy en día, yo ya no lo soy, aunque no soy ni católico, ni protestante. No tengo iglesia.

* -¿Qué es lo que le llevó a creer?

* Hace muchos años, en 1973, estaba yo en Jerusalem. Iba recorriendo la Via Dolorosa camino del Santo Sepulcro. Vi rezar a unas religiosas. Allí experimenté el sentimiento de algo más grande; la sensación de que algo estaba cambiando en mí. Y comencé a interrogarme sobre mis convicciones.

* Después, leí el libro de Viktor Frankl, un psicólogo judío, logoterapeuta de renombre, que había sobrevivido a campos de concentración, haciendo frente a sufrimientos terribles. Él aprendió en esos momentos de crisis terrible que el poder mayor del hombre es el perdón.

* Algunos años después, yo viví mi propia crisis personal. Era joven y dependiente del alcohol. En algún momento llegué a estar desesperado…y me planteé acabar con mi vida. En ese momento tuve de nuevo el sentimiento de que había en mí algo mucho más grande, mucho más misericordioso. Y evidentemente cambió el curso de mi vida.”

De De modo que, pienso yo, podríamos decir algo así como que la fuerza del hombre reside precisamente en lo que aparentemente es su mayor debilidad y despojamiento: la renuncia al rencor y la venganza y la entrega a la misericordia y el perdón. ¿No es curiosamente esa la dinámica de la redención tal como la entiende el cristianismo? Curiosa coincidencia de la psicología con la teología, o viceversa.



* http://www.la-croix.com/img/la-croix/commun/pix_trans.gif

viernes, 11 de marzo de 2011

Nuevo libro del Papa: nueva oportunidad para la reflexión

Es una casualidad que celebro el que, con motivo de la aparición del segundo volumen del Jesús de Nazaret escrito por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, el mismo autor del que reproduje unos párrafos en mi post anterior, Rafael Aguirre, haya escrito una primera y breve reseña de esta importante obra sobre la que probablemente convendrá volver más adelante.
Como ya dije, Rafael Aguirre es un notable estudioso de los orígenes del cristianismo, de cuyo arranque último, como es obvio, es responsable precisamente ese personaje de nuestra historia conocido como Jesús de Nazaret.
Por ello, y porque estos días no pocos ciudadanos tendrán ocasión de leer o escuchar valoraciones sobre la publicación y el contenido de este libro no siempre equilibradas, o mas simplemente, ajustadas desde un punto de vista, digamos, académico, creo que puede ser un buen primer paso escuchar a este experto en lo que es su primera valoración, de carácter general naturalmente, del estudio del papa Ratzinger. He aquí un pequeño extracto que no necesito subrayar que comparto plenamente:

"...El nuevo libro, que acaba de aparecer, abarca desde la entrada de Jesús en Jerusalén hasta su muerte y resurrección. Este período obliga al autor a afrontar problemas históricos y teológicos especialmente delicados: las razones de la crucifixión de Jesús y sus responsables últimos; cómo encaró Jesús su muerte; su relación con el Templo y con el culto; el papel de los discípulos y de las mujeres; qué se entiende por resurrección y su relación con la historia.

El primer libro marcó ya el género literario al que, según todos los indicios, se acomoda este segundo. Ratzinger conoce la investigación histórica, pero pretende ir más allá y realizar una reflexión teológica y espiritual sobre su vida, contemplar el pasado con los ojos de la fe y mostrar su sentido en el presente. La obra de Ratzinger-Benedicto XVI sobre Jesús es un estudio muy bello, que refleja la sensibilidad del autor y subraya unos aspectos más que otros, y deja inevitablemente un espacio amplio para visiones complementarias y para subrayados diferentes.

El estudio del pasado es históricamente inacabable, y el misterio de Dios inefable. Y hay una cuestión no menor: creo que la expectación causada por el libro no se debe sólo, ni en primer lugar, a quién es su autor, sino al tema que aborda. Jesús de Nazaret interesa y, además, tiene buena prensa. No se puede decir lo mismo de la Iglesia en Europa y, especialmente, en España. Es encomiable que Ratzinger presente una visión de Jesús desde la fe de la Iglesia. El gran reto es que esa Iglesia se deje cuestionar por el Jesús al que mira, y no sofoque su fuerza de innovación y libertad".

martes, 8 de marzo de 2011

Las amargas y funestas secuelas del terrorismo de Eta

Acabo de leer en Religión digital una entrevista con Rafael Aguirre, un estudioso del Nuevo Testamento, Evangelios, y más en concreto todavía, de los orígenes del cristianismo de primera categoría.
En la mencionada entrevista presenta su último libro titulado "Así empezó el cristianismo" que promete ser, como todo lo que escribe, además de científicamente riguroso, de lectura sumamente interesante, y para algunos, sin duda, hasta apasionante.
Pero no es esta faceta de investigador del profesor Aguirre la que me interesa comentar en este post. Rafael Aguirre es un sacerdote vasco que ha vivido y sigue viviendo en su tierra, y que no ha permanecido encerrado en una torre de marfil ajeno al drama diario que ha vivido esa sociedad, y por extensión, toda España, desde hace ya medio siglo: una violencia, contemplada en un principio casi como un juego de jóvenes cachorros aspirantes a libertadores y salvadores de todas las patrias, que ha terminado convirtiéndose en un cáncer de casi imposible extirpación, en una auténtica pesadilla.
Aguirre no ha renunciado nunca a un doble compromiso: el del intelectual que estudia las fuentes escritas del cristianismo, y el del sacerdote que comparte la peripecia vital de sus hermanos tratando de iluminarla desde su condición de hombre cualificado en la iglesia como pastor.
Por eso no han sido infrecuentes sus referencias, en entrevistas y artículos (suele colaborar con frecuencia en El Correo), a la situación sociopolítica del País Vasco marcada trágicamente por la violencia terrorista y por el auge y consolidación del virus del nacionalismo.
Creo que puede resultar muy interesante a los lectores de este modesto blog, leer lo que sobre todo esto dice en los párrafos finales de la entrevista a que he aludido. Los transcribo tal cual esperando que los disfruten. Se agradece su lucidez, ¿verdad?

"Creo que estamos asistiendo al final del terrorismo, y creo que ha sido debido a la intervención del Estado de Derecho sin complejos, sin concesiones políticas. Lo cual me parece enormemente positivo. La Iglesia ha tenido sus luces y sus sombras en estos años, pero hay una labor que compete a toda la sociedad civil y también a la Iglesia vasca: la deslegitimación de ETA. ETA esta derrotada, pero hay que deslegitimar la ideología de ETA.

ETA responde a una ideología idolátrica, fanática, que obnubilaba las mentes, se erigía en lo absoluto. La Iglesia tendría que haber sido mucho más enérgica y lúcida a la hora de denunciar la ideología que estaba detrás de ETA. No sólo condenar los atentados, sino también denunciar la ideología. Cuando el terrorismo desaparece, la ideología no lo hace de la noche a la mañana. No podemos pensar en una sociedad vasca que haga borrón y cuenta nueva y viva como si ETA nunca hubiera existido. No. La deslegitimación ética de ETA va a suponer una operación de recuperación y regeneración moral y cultural de la sociedad vasca que va a llevar mucho tiempo. Ahí la Iglesia tiene una labor muy importante que realizar. Así como digo que tiene que renunciar a mediaciones o intermediaciones, su papel específico es contribuir a la regeneración moral, social y cultural de la sociedad vasca, y contribuir a la deslegitimación de lo que ha supuesto y todavía hoy supone ETA".