Acabo de leer en Religión digital una entrevista con Rafael Aguirre, un estudioso del Nuevo Testamento, Evangelios, y más en concreto todavía, de los orígenes del cristianismo de primera categoría.
En la mencionada entrevista presenta su último libro titulado "Así empezó el cristianismo" que promete ser, como todo lo que escribe, además de científicamente riguroso, de lectura sumamente interesante, y para algunos, sin duda, hasta apasionante.
Pero no es esta faceta de investigador del profesor Aguirre la que me interesa comentar en este post. Rafael Aguirre es un sacerdote vasco que ha vivido y sigue viviendo en su tierra, y que no ha permanecido encerrado en una torre de marfil ajeno al drama diario que ha vivido esa sociedad, y por extensión, toda España, desde hace ya medio siglo: una violencia, contemplada en un principio casi como un juego de jóvenes cachorros aspirantes a libertadores y salvadores de todas las patrias, que ha terminado convirtiéndose en un cáncer de casi imposible extirpación, en una auténtica pesadilla.
Aguirre no ha renunciado nunca a un doble compromiso: el del intelectual que estudia las fuentes escritas del cristianismo, y el del sacerdote que comparte la peripecia vital de sus hermanos tratando de iluminarla desde su condición de hombre cualificado en la iglesia como pastor.
Por eso no han sido infrecuentes sus referencias, en entrevistas y artículos (suele colaborar con frecuencia en El Correo), a la situación sociopolítica del País Vasco marcada trágicamente por la violencia terrorista y por el auge y consolidación del virus del nacionalismo.
Creo que puede resultar muy interesante a los lectores de este modesto blog, leer lo que sobre todo esto dice en los párrafos finales de la entrevista a que he aludido. Los transcribo tal cual esperando que los disfruten. Se agradece su lucidez, ¿verdad?
"Creo que estamos asistiendo al final del terrorismo, y creo que ha sido debido a la intervención del Estado de Derecho sin complejos, sin concesiones políticas. Lo cual me parece enormemente positivo. La Iglesia ha tenido sus luces y sus sombras en estos años, pero hay una labor que compete a toda la sociedad civil y también a la Iglesia vasca: la deslegitimación de ETA. ETA esta derrotada, pero hay que deslegitimar la ideología de ETA.
ETA responde a una ideología idolátrica, fanática, que obnubilaba las mentes, se erigía en lo absoluto. La Iglesia tendría que haber sido mucho más enérgica y lúcida a la hora de denunciar la ideología que estaba detrás de ETA. No sólo condenar los atentados, sino también denunciar la ideología. Cuando el terrorismo desaparece, la ideología no lo hace de la noche a la mañana. No podemos pensar en una sociedad vasca que haga borrón y cuenta nueva y viva como si ETA nunca hubiera existido. No. La deslegitimación ética de ETA va a suponer una operación de recuperación y regeneración moral y cultural de la sociedad vasca que va a llevar mucho tiempo. Ahí la Iglesia tiene una labor muy importante que realizar. Así como digo que tiene que renunciar a mediaciones o intermediaciones, su papel específico es contribuir a la regeneración moral, social y cultural de la sociedad vasca, y contribuir a la deslegitimación de lo que ha supuesto y todavía hoy supone ETA".
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