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martes, 23 de agosto de 2011

Ese falso, inútil, pero pernicioso laicismo

Llevo más de un mes sin "cultivar" este pequeñísimo jardín que es la modesta pero indiscreta ventana que hace ya bastantes meses se me ocurrió abrir, y querría ir desperezándome poco a poco -porque pereza es, probablemente, la causa última de mi descuido- por fidelidad a los amigos que se toman la molestia de leer mis reflexiones, y por fidelidad a mí mismo que me metí en este mundo sin que nadie me obligara a ello y siento el reclamo de mi subconsciente que de vez en cuando me grita: ¡qué vago eres!
La ocasión para volver me la brinda la reciente celebración de la JMJ cuyos ecos aún resuenan entre nosotros y estoy seguro perdurarán más tiempo del imaginado porque eventos de este tipo, sobre todo cuando salen tan bien como éste, están llamados a dejar una huella perceptible en comentarios y valoraciones, sugerencias e iniciativas de largo recorrido.
Me estoy dedicando a leer la mayor parte de los comentarios que ya ha generado el acontecimiento. Curiosamente, hoy me he encontrado con uno firmado por un autor cuyas dedicaciones profesionales no van precisamente por el camino del comentario religioso y que por eso mismo ha llamado poderosamente mi atención. Como lo comparto en su integridad y creo que ofrece una buena evaluación del valor de fondo de JMJ y de lo que trató de ser su siniestro contrapunto, lo reproduzco íntegro para mis amigos lectores no importándome que resulte un poco largo.
Esto es lo que escribe Jaime Peñafiel en republica.com (diario on line, por cierto, nada sospechoso de clericalismo, ni de especial devoción a la Iglesia católica), bajo el significativo título "Maldita Puerta del Sol":

"Soy creyente y practicante a veces. Si no lo fuera, el espectáculo humano de la JMJ que hemos gozado, me convertiría. En la medida que el comportamiento de algunos tipejos del 15M con jóvenes peregrinos me obligan a reconsiderar los sentimientos de izquierda que, hasta ahora, tenía.

La imagen de un hijo de puta insultando hasta las lágrimas a una joven, limpia, sonriente y bonita, que solo se defendía mostrándole un crucifijo (¡Apártate satanás!) y otro de la misma calaña y, además, cobarde, gritándole a un grupo de peregrinos que cruzaban la maldita Puerta del Sol “Os vamos a hacer lo que en el 36”, un grito que llevaba implícito una amenaza de muerte, me han alterado profundamente. Todo esto sin que hubiera una sola persona, un solo hombre, que tuviera lo que hay que tener para darles a estos tipejos dos hostias, muy apropiadas en estos días.

Miedo me dieron estos individuos, hijos de mala madre, frente al ejemplar comportamiento de los hijos de Dios que, sin perder la sonrisa, aunque con el miedo y las lágrimas en los ojos, continuaban su camino hacia la Plaza de Cibeles para vivir su via crucis que había comenzado a sufrir en el kilómetro O de una ciudad que, por unos días y gracias a ellos y a su alegría permanente ha hecho realidad eso de “Madrid al cielo”.

Según el jefe de servicio de limpieza urgente del Ayuntamiento de Madrid,“no se ha recogido ni una sola lata de cerveza. Eran chicos que transmitían alegría y colaboraban mucho. Eran súper amables y educados.”

Como escribía el admirado David Gistau, “con la marcha de estos chicos volvemos a ser una ciudad de mala educación en el trato. De humanos que no sonríen al cruzarse contigo”. Sobre todo, una ciudad encabronada por el 15M, sin que nadie, ni de la derecha ni de la izquierda, of course, tengan el coraje de decir ¡basta!

Difícil va a ser que olvide las caras de aquellos cobardes de la Puerta del Sol que amenazaban con volver al 36.

Hasta Carlos Boyero, viejo y querido amigo de la época de ‘El Independiente’, de Pablo Sebastián, y hombre de izquierdas, calificaba a quienes maldecían a las legiones de jóvenes peregrinos, como “algo peor que intolerantes, simplemente estúpidos”. Y a los que consideraban que “la muchachada católica que oran y cantan para demostrar al mundo que es la hostia de bullanguera, sana y divertida, y están provocando con su alegría, solo se les puede ocurrir a tarados”.

Y Sánchez Dragó “Se han ganado la simpatía de casi todo el mundo, bordes aparte, sin excluir, espero, a los laicos de buena voluntad”.