"Soy creyente y practicante a veces. Si no lo fuera, el espectáculo humano de la JMJ que hemos gozado, me convertiría. En la medida que el comportamiento de algunos tipejos del 15M con jóvenes peregrinos me obligan a reconsiderar los sentimientos de izquierda que, hasta ahora, tenía.
La imagen de un hijo de puta insultando hasta las lágrimas a una joven, limpia, sonriente y bonita, que solo se defendía mostrándole un crucifijo (¡Apártate satanás!) y otro de la misma calaña y, además, cobarde, gritándole a un grupo de peregrinos que cruzaban la maldita Puerta del Sol “Os vamos a hacer lo que en el 36”, un grito que llevaba implícito una amenaza de muerte, me han alterado profundamente. Todo esto sin que hubiera una sola persona, un solo hombre, que tuviera lo que hay que tener para darles a estos tipejos dos hostias, muy apropiadas en estos días.
Miedo me dieron estos individuos, hijos de mala madre, frente al ejemplar comportamiento de los hijos de Dios que, sin perder la sonrisa, aunque con el miedo y las lágrimas en los ojos, continuaban su camino hacia la Plaza de Cibeles para vivir su via crucis que había comenzado a sufrir en el kilómetro O de una ciudad que, por unos días y gracias a ellos y a su alegría permanente ha hecho realidad eso de “Madrid al cielo”.
Según el jefe de servicio de limpieza urgente del Ayuntamiento de Madrid,“no se ha recogido ni una sola lata de cerveza. Eran chicos que transmitían alegría y colaboraban mucho. Eran súper amables y educados.”
Como escribía el admirado David Gistau, “con la marcha de estos chicos volvemos a ser una ciudad de mala educación en el trato. De humanos que no sonríen al cruzarse contigo”. Sobre todo, una ciudad encabronada por el 15M, sin que nadie, ni de la derecha ni de la izquierda, of course, tengan el coraje de decir ¡basta!
Difícil va a ser que olvide las caras de aquellos cobardes de la Puerta del Sol que amenazaban con volver al 36.
Hasta Carlos Boyero, viejo y querido amigo de la época de ‘El Independiente’, de Pablo Sebastián, y hombre de izquierdas, calificaba a quienes maldecían a las legiones de jóvenes peregrinos, como “algo peor que intolerantes, simplemente estúpidos”. Y a los que consideraban que “la muchachada católica que oran y cantan para demostrar al mundo que es la hostia de bullanguera, sana y divertida, y están provocando con su alegría, solo se les puede ocurrir a tarados”.
Y Sánchez Dragó “Se han ganado la simpatía de casi todo el mundo, bordes aparte, sin excluir, espero, a los laicos de buena voluntad”.
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