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lunes, 4 de octubre de 2010

Un editorial vaticano que acierte en el fondo y sobre todo en la forma

El Centro Televisivo Vaticano produce un semanario llamado "Octava Dies" en el que el otro día su director, el padre Federico Lombardi , ofreció en forma de editorial, aunque redactado en primera persona, un alegato contra la pena de muerte que me ha gustado especialmente por su claridad, concisión, y sobriedad; cualidades estas que, a decir verdad, no siempre adornan el lenguaje de los comunicados y documentos producidos en el entorno del Vaticano, y que, desde luego, brillan por su ausencia en los que nos vienen habitualmente de nuestro episcopado.
El padre Federico Lombardi, nombrado por BXVI para dirigir todo el aparato informativo de la Santa Sede en sustitución de Navarro Valls, es un jesuita cuyo porte exterior no desmerece en absoluto de la imagen clásica del hijo de San Ignacio de toda la vida: sólido, intelectualmente elegante, sobrio, con el brillo imprescindible para no resultar vulgar, y la dosis correcta de astucia, acompañado todo ello de una preparación de fondo que desarma o, al menos, alerta al posible adversario.
No se si el balance de su gestión de estos años de pontificado merece una evaluación positiva desde el punto de vista de los profesionales de la materia, pero confieso que a mi me gusta su estilo, y su preparación me aporta tranquilidad.
Pues aquí tienen ese pronunciamiento -suyo en la forma, pero indudablemente de instancias "superiores" en el fondo- sobre la pena de muerte. Me extrañaría mucho, y siento decirlo, que se hiciera eco de él cualquier medio de comunicación de nuestros pagos.

"(La pena de muerte) no la quiero ni en China, ni en Irán, ni en los Estados Unidos, ni en India, ni en Indonesia, ni en Arabia Saudí, ni en ninguna parte del mundo".

"No la quiero por lapidación ni por fusilamiento, ni por decapitación, ni mediante la horca, la silla eléctrica, ni por inyección letal. No la quiero dolorosa o sin dolor. No la quiero en público, ni en secreto".

"No la quiero para las mujeres, ni para los hombres; no para los minusválidos, ni para los sanos. No la quiero para los civiles, ni para los militares; no la quiero ni en paz, ni en guerra. No la quiero para quien puede ser inocente, pero tampoco la quiero para los reos confesos.No la quiero para los homosexuales. No la quiero para las adúlteras. No la quiero para nadie".

"No la quiero ni siquiera para los asesinos, para los mafiosos, para los traidores y para los tiranos. No la quiero por venganza, ni para liberarnos de prisioneros incómodos o costosos, y ni siquiera por presunta misericordia".

"Porque busco una justicia más grande. Y es bueno caminar por este camino para afirmar cada vez más, a favor de todos, la dignidad de la persona y de la vida humana, de la cual no somos nosotros quienes disponemos".

Como dice el Catecismo de la Iglesia católica citando a Juan Pablo II, hoy para los estados, los casos en los que pudiera ser absolutamente necesario suprimir al reo "son prácticamente inexistentes".

Por ello: "Hagamos que sean inexistentes. Es mejor".



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