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viernes, 15 de octubre de 2010

Las voces que hay que escuchar; la resistencia que hay que practicar

En medio de un revuelo político-mediático-social como el que estamos viviendo estos días, cuyo escaparate más llamativo ha sido, sin duda, el estallido de indignación ciudadana que, aunque no inédito ni mucho menos, ha sorprendido por su intensidad y, para algunos, "desenfreno", me encuentro nada más abrir el ordenador con un artículo -también (justamente) enfurecido- de Damian Ruiz en elmanifiesto.com que quiero compartir, extractado, con los lectores de este humilde blog, porque, a mi juicio, pone el dedo en una llaga que hasta ahora muchos no querían ver, y que les está haciendo salir de su "sueño dogmático", lamentablemente demasiado tarde.
Esa cierta incomodidad que se siente ante diatribas como ésta, creo que puede ser curativa si no nos quita la esperanza, y nos estimula a seguir practicando una "resistencia", activa o pasiva, a la espera de una regeneración o rehabilitación tan dolorosa como imprescindible; sin miedos, sin complejos, con la seguridad del cirujano que utiliza decidido el bisturí, o del rehabilitador que fuerza sin misericordia la extremidad entumecida para lograr que vuelva a ser útil.
Hoy celebra la Iglesia a santa Teresa de Ávila, mujer recia donde las haya que habló de tiempos recios y supo afrontarlos sin la blandenguería que algunos le habrían atribuído por su condición de monja.
Hoy los profetas que espabilan al pueblo tal vez no se encuentren -desgraciadamente- en conventos y monasterios; tenemos muchas veces que buscarlos en rincones de diarios y confidenciales, en columnas perdidas entre anuncios y crónicas sociales, en páginas web a lo mejor poco frecuentadas. Pero existir, existen; y siguen denunciando y oponiéndose al peor de los enemigos: la barbarie nihilista con rostro de progreso humanista, el totalitarismo disfrazado de retórica democrática.
Queda escucharlos y tratar de hacerles caso con creativa perseverancia.
Espero que disfruten el extracto:

"La progresía, que no la izquierda defensora de los justos derechos de los trabajadores, nos ha llevado hasta aquí, hasta la ansiedad de los jóvenes, el abandono de los mayores y la desmoralización de grandes capas de la población. Lo que en su día fue un respiro de libertad se ha transformado en la creación de castas parasitarias que viven del dinero público pregonando el estúpido y perverso “buenismo” que ha destrozado las estructuras sociales convirtiendo una sociedad abierta como defendía Karl Popper, y con la que estoy de acuerdo, en un terreno baldío liderado por imbéciles desestructuradores de psiques y facilitadores de la demolición total del espíritu y de la identidad occidental (¿Qué es si no, por ejemplo, la asignatura “Educación para la ciudadanía”?).

Esta gente, que ha sido una especie de metástasis cancerígena para Europa, todavía vive con la sensación de superioridad moral y ética, y se permiten considerarse los árbitros y moduladores de las sociedades equilibradas y justas. Ellos que han llevado a la descomposición familiar, al aumento del consumo de drogas, a la desamortización de la idea de pertenencia y al nihilismo narcisista a una gran parte de la población, que han arruinado a pequeñas y medianas empresas en pos de sus despilfarros clientelistas, ellos son los que diferencian el bien del mal y los que se atribuyen el criterio sobre lo que es correcto y lo que no.

Es evidente que la mayoría no queremos una vuelta atrás en determinadas libertades ni vivir bajo el dominio asfixiante de ningún dogma religioso llevado al extremo, no solo eso, sino que deseamos que nos dejen en paz en nuestras vidas personales para que las podamos dirigir a nuestra cuenta y riesgo. Pero sí que queremos una sociedad institucionalmente ordenada, propia, fuerte y con políticos al servicio de los ciudadanos y no de sus personales demagogias ni de sus miles de cortesanos. Y además, queremos una sociedad que respete nuestros valores, nuestra historia y nuestra identidad."

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