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viernes, 10 de septiembre de 2010

Inteligente y envidiable iniciativa

Alguna noticia había tenido de ello hace algunas semanas, pero ayer en La-Croix me encontré con un reportaje algo más amplio que me dio que pensar. Me refiero a una curiosa -e inteligente- iniciativa que ha tenido un grupo de católicos ingleses que ha puesto en marcha un programa de preparación intensiva de una serie de personas de ambos sexos -católicos todos, como es lógico- para hacer frente con "profesionalidad" y categoría a la desmedida (y, sobre todo, histérica) campaña de "descalificación preventiva" del Papa Benedicto en los previos a su visita al Reino Unido.
En efecto, una serie de grupos de campeones del respeto y la tolerancia, vienen uniendo sus fuerzas (con la inestimable ayuda de algunos católicos muy "concienciados") desde hace semanas para hacer saber a quien corresponda (es decir, a todo el mundo), mediante la utilización, sobre todo, de los medios de comunicación, que la visita de Benedicto XVI a su país constituye algo así como una deleznable provocación ante la que no cabe quedar indiferentes.
Una de las intoxicaciones que trascendió, por ejemplo, fue la eficaz insinuación (léase, la calumnia) de que la asistencia a los actos -incluídas las misas- sería previo pago del ticket correspondiente. Sin podérmelo creer, reconozco que yo mismo piqué ese anzuelo y manifesté mi estupor ante lo que me parecía un despropósito. Pero era mentira: una mentira más de estos grupos que reivindican a diario la sinceridad y transparencia como base de unas "ilustradas" relaciones sociales.
Pues bien, ese grupo de católicos al que me he referido, ha creído, con total acierto, que en una sociedad democrática todos los grupos -más si no son mayoritarios- tienen derecho a intervenir en la vida pública y a defenderse en caso de ser atacados, como es el caso de los católicos en esta circunstancia concreta.
Para ello han puesto en marcha un casting exigente en el que han seleccionado a una veintena de católicos de ambos sexos a los que han preparado rigurosamente para que respondan desde la solidez doctrinal y la competencia mediática a unos acusadores que hasta ahora campaban por sus respetos sin otra oposición que las bienentencionadas, pero casi siempre torpes o insuficientes, réplicas de "aficionados" -casi siempre clérigos- incapaces de estar a la altura profesional exigida para ser eficaces.
Bajo el título de "Catholic voices", ahí tenemos, pues, a unos católicos que sin arrogancia y con notable competencia y preparación saltan a la palestra para ejercer uno de los derechos democráticos por excelencia: el derecho de réplica. Sin complejos, pero insisto: con preparación y competencia; nada de aficionados de buena voluntad.
He aquí una nueva forma de apologética de la que nadie con las ideas mínimamente claras tendría por que avergonzarse porque hacer apologética, en palabras del gran maestro Paul Tillich, no es otra cosa que responder: responder desde las propias convicciones; un intento, diríamos, de obedecer al requerimiento del Nuevo Testamento: dar razón de la esperanza que nos anima.
Confieso que leyendo esta información he sentido envidia. Entre nosotros, no existe nada de esto que yo sepa, y lo que se ofrece con cierta similitud adolece de algunos vicios de raíz: un sectarismo de base que se pone inevitablemente a la altura de aquellos a quienes se intenta "responder": apologética barata cuando no infantil y muchas veces histérica.
La Iglesia no puede ni debe estar muda en la era de las comunicaciones. Pero si quiere hablar, debe hacerlo asumiendo la responsabilidad de una preparación exquisita que acabe para siempre con un amateurismo todavía más dañino que el siempre ominoso silencio.

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