Cerdà refiere una conversación suya con un amigo francés, mususlmán, y sin embargo, ateo, en la que éste le dice a propósito de la polémica sobre el velo:
"Al comentar el tema del velo islámico, mi amigo, que sabe de lo que habla, me dijo: 'No te llames a engaño: detrás de una niña o una adolescente con velo, siempre hay alguien'. Y continuó: 'Ponerse el velo no es análogo a ponerse una gorra o un piercing. Un velo es un signo externo de adhesión a un proyecto de vida al que la niña o adolescente no podrá renunciar nunca más, so pena de desgarro moral y expulsión de su comunidad'".
Hasta aquí, la opinión de nuestro ateo, y sin embargo, musulmán. En principio, creo que hay que recibirla como una opinión solvente, al proceder, como con razón subraya Cerdà, de alguien que sabe muy bien de qué habla.
Pero como acabo de decir, más interesante todavía me resulta su propuesta de solución que, en síntesis, supone lo siguiente: prohibición del velo hasta la mayoría de edad (18 años). A partir de esa edad, plena libertad.
¿Porqué? Por la sencilla razón de que, antes de la mayoría de edad, es perfectamente posible (por no decir seguro) que la utilización del velo sea algo inducido autoritaria y eficazmente por los padres, que, de esta forma, lograrían que la niña y adolescente interiorizara un comportamiento lleno de connotaciones ideológicas indeseables (sumisión de la mujer, inferioridad, etc.), mientras que, a partir de la mayoría de edad, se trataría de un comportamiento en principio procedente ya de una libertad adulta, que, con la connotación que fuere, la sociedad tiene que asumir y respetar dentro de su aceptación democrática de las diversas opciones ideológicas siempre que no degeneren en comportamientos concretos anticonstitucionales.
Pues me parece muy lúcida la posición y la propuesta de este francés musulman, y sin embargo, ateo.
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