Pienso que este dato tan penoso como real explica mucho de la tragedia del catolicismo en nuestra España (la de hoy, tal vez por ser legítima heredera de la de ayer): aquí ser católico es lo normal, es lo oficial, lo sociológicamente correcto (¡!) y tal vez, hasta inevitable. Tantos por ciento abultadísimos en todas las encuestas o estudios de opinión. A la hora de la verdad, sin embargo, auténtica dictadura de lo cuantitativo que termina despojando de mordiente a lo que va por dentro, a lo esencial, a lo que configura y da el verdadero tono a una existencia.
Se nos ha pedido ser luz; nos hemos contentado con ofrecernos como ráfagas de fuegos artificiales. Una pena.
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