Hace un par de semanas, un grupo de unas setecientas personas escribieron al Nuncio Frattini una carta en la que repiten los tópicos al uso cuando de una sucesión episcopal se trata: que el nuevo prelado debe ser alguien encarnado en la realidad sociocultural de la diócesis, conocedor de su idiosincrasia, etc., y que en el procedimiento para su elección debería oirse al pueblo de Dios en mayor medida de lo que habitualmente se hace.
Digo que se repiten tópicos al uso, pero no quisiera que se me entendiera mal: hay en ellos, a pesar de ese carácter "tópico", no poco de razonable en linea de principio, si bien es verdad que, convertido en reivindicación-presión de última hora, lo que se dice pierde seriedad operativa a largo plazo y se convierte en proclama para la galería o brindis al sol.
La respuesta del nuncio, que ha sorprendido por lo inhabitual, ha sido tan sobria como contundente: dando a entender que los nombramientos episcopales se hacen con las pertinentes consultas previas, subraya que el Papa nombrará al candidato que considere el mejor para ser pastor de la diócesis. Me ha gustado la respuesta. Sobre todo, me ha gustado que se produjera.
Pero ahí no ha terminado el asunto. Creo que por primera vez, el escrito de los setecientos no ha sido el único. A los pocos días, según se informa, se ha puesto en marcha un procedimiento de recogida de firmas para avalar una toma de posición de signo contrario. Vienen a decir los ya más de dos mil firmantes que tienen plena confianza en lo que haga la santa sede siguiendo los procedimientos canónicos para el nombramiento de nuevo obispo, y que éste deberá ser, sobre todo, un buen pastor, un hombre santo capaz de pastorear su iglesia como parte de una iglesia universal sin obsesionarse por los rasgos de peculiaridad o idiosincrasia propia de la misma. Hablando en plata: a los primeros les resultaría un buen signo que se nombrara a un obispo al menos filo-nacionalista. A los segundos, diríamos, todo lo contrario.
Pues me parece muy bien este segundo pronunciamiento, aunque lo ensombrece un tanto, al parecer, la falta de transparencia a la hora de la recogida de firmas que, por lo visto, quedan en el anonimato, dando un sesgo de opacidad a todo el procedimiento. Si es así, tarjeta roja.
Para terminar, una buena noticia para Mons. Munilla, obispo de San Sebastián. Por lo visto, el diario Gara, siniestro altavoz de la banda terrorista Eta, la ha emprendido con él acusándole de fomentar prácticas nacionalcatólicas y sandeces por el estilo. Que Gara tome posición en contra de Munilla es signo inequívoco, a mi juicio, de que el sufrido obispo donostiarra está en el campo adecuado. Lo contrario sería aterrador. Piensen en esto con serenidad los detractores de Munilla, no vayan a encontrarse de repente en un terreno de juego poco limpio acompañados de personajes cuya catadura moral todos conocemos.
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