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lunes, 7 de junio de 2010

El Papa en Chipre: a ti te lo digo Juan...

Del viernes 4 al domingo 6 de este mes, el Papa BXVI ha estado en Chipre. Justamente esos mismos días he estado yo fuera de mi lugar habitual de trabajo, por lo que, a pesar de las facilidades que existen hoy día para no desconectarse, he preferido aislarme un tanto y no he seguido prácticamente la peregrinación papal.
Una verdadera peregrinación, como suelen ser los viajes de los papas, porque pretenden un fin religioso de encuentro con las comunidades cristianas y con otros grupos sociales preocupados como aquellas por la búsqueda del bien común, de la justicia y de la paz.
En esta ocasión, BXVI ha sido especialmente audaz escogiendo la isla de Chipre, uno de esos "escaparates" mundiales de la dificultad que entraña la convivencia étnico-religiosa, porque, además de lo dicho, al interior mismo del cristianismo, Chipre presenta un rostro de especial debilidad -desde luego, numérica, pero no sólo- del catolicismo del que el papa es supremo pastor.
Entre discursos, homilías y una conversación con los periodistas en el avión, he contabilizado doce intervenciones del pontífice en poco más de cuarenta y ocho horas. No está mal.
Por su interés más allá del ámbito estrictamente religioso, reproduzco unos párrafos de su discurso ante las autoridades políticas y representantes diplomáticos.
Evidentemente, no lo harán, pero si lo hicieran, ¡cuánto fruto sacarían nuestros políticos leyendo unas consideraciones tan sencillas como profundas de inmediata aplicación a su quehacer cotidiano, marcado desgraciadamente por corrupciones varias, entre ellas la más importante, a mi juicio, la corrupción intelectual, es decir, la carencia -consentida- de ideas iluminadoras de su actividad! Este es el extracto que he elegido:

"Pero ¿qué significa en términos prácticos respetar y promover la verdad moral en el mundo de la política y la diplomacia, en los planos nacional e internacional? ¿Cómo puede la búsqueda de la verdad lograr una mayor armonía en las regiones atribuladas de la Tierra? Yo sugeriría que se puede hacer de tres maneras.

En primer lugar, la promoción de la verdad moral significa actuar con responsabilidad sobre la base del conocimiento de los hechos. Como diplomáticos, sabéis por experiencia que ese conocimiento os ayuda a identificar las injusticias y agravios, a fin de examinar desapasionadamente las preocupaciones de todos los involucrados en un conflicto determinado. Cuando los partidos se elevan por encima de su propia visión particular de los acontecimientos, adquieren una visión objetiva y completa. Aquellos que son llamados a resolver estas disputas son capaces de tomar decisiones justas y promover la reconciliación genuina cuando captan y reconocen la plena verdad de una cuestión específica.

Una segunda manera de promover la verdad moral consiste en la deconstrucción de las ideologías políticas que quieren suplantar a la verdad. Las trágicas experiencias del siglo XX han puesto al descubierto la falta de humanidad que se deriva de la supresión de la verdad y la dignidad humana. En nuestros días, estamos siendo testigos de los intentos de promover supuestos valores con el pretexto de la paz, del desarrollo y de los derechos humanos. En este sentido, hablando ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, llamé la atención sobre los intentos de algunos sectores de reinterpretar la Declaración Universal de los Derechos Humanos para dar satisfacción a intereses particulares que podrían comprometer la unidad interna de la Declaración y alejarla de su propósito original.

En tercer lugar, la promoción de la verdad moral en la vida pública exige un esfuerzo constante en basar el derecho positivo en los principios éticos de la ley natural. El recurso a esta última fue una vez considerado evidente, pero la marea del positivismo en la teoría jurídica contemporánea requiere la actualización de este axioma importante. Los individuos, las comunidades y los Estados, sin la guía de verdades objetivamente morales, se convertirían en egoístas y sin escrúpulos, y el mundo sería un lugar más peligroso para vivir. Por otra parte, respetando los derechos las personas y pueblos, se protege y promueve la dignidad humana. Cuando las políticas que apoyamos se promulgan en armonía con la ley natural propia de nuestra humanidad común, nuestras acciones se vuelven más sólidas y conducen a un ambiente de comprensión, justicia y paz."



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