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jueves, 17 de junio de 2010

Los sabios también "entienden" de fútbol

Estamos ya en pleno desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol. Estos días no es difícil escuchar todo tipo de comentarios en torno a este acontecimiento. La mayoría son de carácter técnico; los aficionados discuten tácticas y estrategias, valoran conjuntos nacionales y los comparan con adversarios considerados más o menos solventes; hacen pronósticos, no pocas veces dictados más por deseos que por datos que los autoricen, ya que, como los más "entendidos" suelen decir, en fútbol todo es posible.
En este contexto, agrada encontrar comentarios que tratan de volar algo por encima del dato inmediato de la competición, remontándose a lo que bien podríamos llamar esbozo de una filosofía del juego (en este caso del fútbol), y de su realización concreta en campeonatos internacionales periódicamente realizados.
Es el caso de unos párrafos que ya en 1985 dedicó el entonces cardenal Ratzinger al campeonato mundial, y que están recogidos en el libro titulado, Suchen, was droben ist (Buscar lo de arriba).
Resulta muy consolador poder reflexionar de la mano de un sabio sobre un acontecimiento que, sea o no de nuestro agrado, solemos todos ubicar en el terreno de lo menos-serio de nuestras vidas, siendo así que posee una dimensión que trasciende nuestra primaria frivolidad y nos puede ayudar a remontarla con sólo descubrir sus ángulos de mayor calado antropológico.
Esto dejó escrito el que hoy es Papa:

"Con su periodicidad de cuatro años, el Campeonato Mundial de Fútbol demuestra ser un acontecimiento que cautiva a cientos de millones de personas. No hay casi ningún otro acontecimiento en la tierra que alcance una repercusión de vastedad semejante. Lo que demuestra que con ello está tocándose algo radicalmente humano, y cabe preguntarse dónde se encuentra el fundamento de este poder en juego.

El pesimista dirá que es lo mismo que en la antigua Roma. La consigna de las masas rezaba panem et circenses, pan y circo. Pan y juegos son, mal que nos pese, el contenido vital de una sociedad decadente que no conoce ya objetivos más elevados. Pero aun cuando se aceptara este juicio, no sería en modo alguno suficiente.

Cabría preguntar todavía: ¿en qué estriba la fascinación del juego como para que llegue a ocupar un lugar de igual importancia que el pan? Con la vista puesta en la antigua Roma podría responderse de nuevo que el grito de pan y circo es propiamente la expresión del anhelo por la vida del paraíso, por una vida de satisfacción sin fatigas y de libertad plenamente realizada. En efecto, este es, en última instancia, el contenido del concepto de juego: un quehacer del todo libre, sin objetivo y sin obligación, y un quehacer que, además, tensa y emplea todas las fuerzas del ser humano."


Ya en el bachillerato, la pobre filosofía tiene que aguantar las protestas y los improperios de los alumnos más mediocres, azuzados casi siempre por sus muy comprensivos progenitores, que pretenden convencernos de que no vale para nada. Sin embargo, cuando tenemos la oportunidad de topar con un verdadero filósofo, nos damos cuenta de que la reflexión humana (esto es, la filosofía) cuando se practica adecuadamente, tiene la fuerza de iluminar hasta lo que, en principio, podría parecer más trivial, o, al menos, más periférico al ser humano.

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