"Con su periodicidad de cuatro años, el Campeonato Mundial de Fútbol demuestra ser un acontecimiento que cautiva a cientos de millones de personas. No hay casi ningún otro acontecimiento en la tierra que alcance una repercusión de vastedad semejante. Lo que demuestra que con ello está tocándose algo radicalmente humano, y cabe preguntarse dónde se encuentra el fundamento de este poder en juego.
El pesimista dirá que es lo mismo que en la antigua Roma. La consigna de las masas rezaba panem et circenses, pan y circo. Pan y juegos son, mal que nos pese, el contenido vital de una sociedad decadente que no conoce ya objetivos más elevados. Pero aun cuando se aceptara este juicio, no sería en modo alguno suficiente.
Cabría preguntar todavía: ¿en qué estriba la fascinación del juego como para que llegue a ocupar un lugar de igual importancia que el pan? Con la vista puesta en la antigua Roma podría responderse de nuevo que el grito de pan y circo es propiamente la expresión del anhelo por la vida del paraíso, por una vida de satisfacción sin fatigas y de libertad plenamente realizada. En efecto, este es, en última instancia, el contenido del concepto de juego: un quehacer del todo libre, sin objetivo y sin obligación, y un quehacer que, además, tensa y emplea todas las fuerzas del ser humano."
Ya en el bachillerato, la pobre filosofía tiene que aguantar las protestas y los improperios de los alumnos más mediocres, azuzados casi siempre por sus muy comprensivos progenitores, que pretenden convencernos de que no vale para nada. Sin embargo, cuando tenemos la oportunidad de topar con un verdadero filósofo, nos damos cuenta de que la reflexión humana (esto es, la filosofía) cuando se practica adecuadamente, tiene la fuerza de iluminar hasta lo que, en principio, podría parecer más trivial, o, al menos, más periférico al ser humano.
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