Me refiero a las nuevas disposiciones del ministerio de defensa con respecto a los honores militares que deben o no rendirse en diversas circunstancias, y que por lo visto, se han estrenado con la fiesta del Corpus de Toledo.
Empecemos por una cuestión previa, digamos, de oportunidad. Recuerdo que hace ya años, la justicia determinó que se debía detener a un célebre empresario por delitos de lo que fuere. Pues bien, a la policía -probablemente siguiendo órdenes- no se le ocurrió un momento más "oportuno" para realizar la detención que la tarde del día de nochebuena. Evidentemente, nadie protestó por el hecho de la detención que jurídicamente era firme, pero sí por la oportunidad de hacerlo en el momento tal vez menos humano del año.
Pues en esto de las ordenanzas militares, cabe decir algo parecido. ¿No hay en todo el año un momento más oportuno para realizar el cambio, que las vísperas de una fiesta religiosa en la que destaca, precisamente, y desde hace siglos, el despliegue de esos honores militares que en adelante se piensan retirar? Parecería que no.
La impresión, sin embargo, es de estar ante un nuevo "trágala" que no deje lugar a dudas de las convicciones laicistas de los actuales responsables de la gestión de la cosa pública que se proponen liberar a los pobres españoles de ataduras ancestrales de las que ni siquiera ellos mismos son conscientes.
Vayamos al fondo del asunto. ¿Pueden los responsables de una procesión religiosa de creyentes que quieren manifestar por las calles su fe portando sus símbolos sagrados, exigir o, más simplemente, pedir que destacamentos militares les rindan honores de ordenanza? En linea de principio, parece evidente que no; ni pueden, ni deben. Y añado: ni hoy por hoy se le ocurriría a ninguno de ellos hacerlo.
¿Piensa alguien que, pongamos por caso, en un barrio de nueva creación, llegada la fiesta del patrón o patrona, el párroco va a dirigirse a la instancia militar pidiéndole que mande a soldados con uniforme de gala a rendir honores al santo(a) que corresponda? ¡Por favor!
Ahora bien, ¿es éste el caso del Corpus de Toledo? Es evidente que no; y un sencillo vistazo a la historia arroja luz suficiente para aclarar posibles dudas que pudieran plantearse legítimamente en el terreno de los principios en estado puro.
Pero ocurre que a los laicistas les puede el pánico. En efecto, tienen pánico a contaminarse. Pues bien, ese miedo de los laicistas a "contaminarse" al contacto de lo religioso (sobre todo, de lo religioso católico), revela varias lacras:
- ignorancia histórica, en este caso, más que evidente.
- falta total de generosidad y "simpatía" ( o "empatía") ciudadana, respetuosa con los símbolos y las fiestas de los otros (que no son "los míos").
- desconocimiento total de los sentimientos del pueblo al que dicen servir.
- comprensión muy infantil, peor, adolescente del verdadero y profundísimo significado de lo laico.
En fin, un desastre. Nada peor, sin embargo, que responder con agresividad a este cúmulo de despropósitos. La mejor salida: resistir sin rebajar un ápice el nivel de nuestro desprecio.
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