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domingo, 4 de abril de 2010

Empezando

Los que no somos profesionales de la escritura, y, aunque no se nos de mal del todo este menester, estamos dotados de una difusa y confortable pereza, hasta que ha llegado esta nueva era de los blogs, no escribíamos casi nunca por dos razones, o tres: sabedores de nuestra genética literaria tan perezosa, los promotores no nos tenían en su lista, porque temían que -vanidosos- les dijéramos sí de entrada para no estar nunca en el plazo convenido. Por otra parte, propria sponte nosostros nunca o casi nunca nos lanzábamos a la tarea; pensábamos: ¿para qué? Económicamente, ni un duro; lectores, cero. Y además, al menor descuido, la gracia te podía, incluso, costar una pasta.
Ahora, todo se ha vuelto distinto. Montas un blog gratis total; escribes lo que te da la gana sin tener que soportar censuras malintencionadas ni de los contenidoa, ni del estilo literario; y para colmo, de repente, vas, miras y resulta que hay alguien en China, o en Islandia que a quien entusiasman tus enfoques de las cosas, tu visisón del mundo...y hasta elogia tu perfil sumamente interesado en conocer tus aficiones literarias y de otro tipo.
Por eso empiezo yo mi Blog Ventana Indiscreta. La pereza esa cuasi-genética no la tengo curada del todo, pero me divierte que me puedan leer en Japon o, algo más cerca, en una peluquería de señora de Vigo en la que han puesto WiFi.
El título no necesita explicación: he abierto una ventana que, como todas, va a ser indiscreta, dándole aquí a ese adjetivo la connotación de libre, desinhibida, a veces irónica y hasta mordaz. Una característica será -y creo que le dará cierta originalidad- que mi ventana da a un patio muy singular: el patio grande, plural, confuso, divertido, pero lleno de una seriedad última y de una inequívoca provocación, digamos, existencial: es el patio del inmenso hogar cristiano; el patio de la Iglesia y de las iglesias; de las religiones. El patio de los buscadores de Dios y de los que han optado por desentenderse de Él, o, incluso, de detestarle después de haberle desauciado.
Iré conyemplando el panorama con preocupación, pero sin perder la paz; al margen de cotilleos, pero sacando punta a informaciones de primera mano que sean de calado. Quiero que haya un poco de todo, pero siempre con solvencia, respeto, buen humor, aunque también -porqué no- sin negarme a la contundencia que tanto desahoga y relaja.
Pensaré lo que diga y diré siempre lo que piense. Espero estar en una magnífica compañía: la de aquellos a los que os interese mi ventana.

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