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martes, 27 de abril de 2010

De Loyola a Solesmes pasando por Sarlat

Leyendo esta mañana la-Croix.com me he acordado de Solesmes. Y, al recordar ese inigualable paraje, no he tenido más remedio que volver a disfrutar mentalmente del viaje que realicé hace un par de años, cuyas etapas más destacadas dan título a este post.
Es un itinerario que recomiendo al que le guste moverse con cierta originalidad al margen de circuitos "empaquetados" que, salvo excepciones, resultan, desde casi todos los puntos de vista, pan para hoy y hambre para mañana.
Empecé en Loyola, lugar cuyo especial embrujo no soy capaz de describir. Siempre que paro allí experimento un ataque de austeridad fecunda, y una conmoción espiritual que me hace reafirmarme en mi convicción de que, eso que los cristianos llamamos conversión, siempre conduce a un plus de humanidad, insospechada en la situación anterior al cambio. Nadie recordaría hoy a Ignacio de Loyola si hubiera permanecido toda su vida afincado en su noble quehacer de caballero y guerreador.
Hacer un alto en la ciudad de Sarlat para partir la distancia hasta Solesmes, resulta ser una opción inteligente. Ni siquiera la ingente cantidad de visitantes que dan colorido y alboroto a sus calles y callejas, logra acabar con la belleza de un conjunto que parecería diseñado para que los fotógrafos hicieran permanentemente su agosto. Ningún problema para comer o cenar; en mi vida he visto tanto restaurante por metro cuadrado, y todos ellos llenos de atractivo.
Y, tras esta pausa algo más "laica" (ojo, de todas formas, a la "catedral de Sarlat), la sorpresa -relativa- de Solesmes. Continuará...

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