Durante la campaña (larguísima) electoral para la presidencia de USA cuyo desenlace todos conocemos (¿empezamos a padecer?) por eso de la mundialización galopante, conocí, en el marco del periódico digital libertaddigital.com (para mí, hoy por hoy, de obligado seguimiento, se acepten o no sus enfoques), a un comentarista afincado en Usa que tenía, a mi juicio, de entrada, dos virtudes: conocía perfectamente el mundo sociopolítico norteamericano, y decía lo que pensaba aunque sonara políticamente incorrecto, y hasta escandaloso, a los oidos del pensamiento dominante en nuestra España que en cuestiones USITAS suele mostrarse como especialmente ignorante y, por tanto, osado. Alberto Acereda, que así se llama el comentarista al que me refiero, me ilustró entonces sobre muchos aspectos de la política norteamericana, me ayudó a desmontar mitologías, me resultó, alguna vez, provocador, y me proporcionó la ocasión -tan placentera- de disentir con respecto a alguna de sus afirmaciones. Pues bien, como Alberto Aceredo empezó a ofrecer su blog por correo electrónico, yo me suscribí a él, y puntualmente recibo en mi buzón sus excelentes y siempre instructivos comentarios. Mira por dónde, hoy mismo me he topado con un comentario suyo sobre el catolicismo americano que ofrezco íntegro a mis lectores. En principio, estoy de acuerdo en todo lo que dice; debo añadir, sin embargo, que el catolicismo de allí, como el de aquí es mucho más que el de sus (o nuestros) políticos. Y este es un tema mayor que algún día habrá que abordar: hasta qué punto la exigida -y hasta cierto punto exigible- obediencia política (de partido, de imagen, de votos) puede ser compatible con esa Obediencia radical que alcanza a las "entrañas" que exige la Palabra de Dios. Otro día, pues, habrá que ocuparse de esto. Mientras tanto, disfruten del último post de Alberto Acereda:
"La Iglesia Católica está siendo últimamente objeto de múltiples ataques, sobre todo contra el Papa Benedicto XVI. En Estados Unidos no iba a ser menos, en especial por parte del conglomerado de izquierdas que hoy controla buena parte de los medios de comunicación y la cultura popular. La Iglesia Católica en este país reúne a una cuarta parte de la población y tiene históricamente una raíz más anglosajona, particularmente irlandesa, que hispana. En la política, los congresistas que se definen como “católicos” forman hoy la base mayoritaria, con casi una tercera parte del Congreso de los Estados Unidos. Sin embargo, cabe aclarar que se trata de políticos afiliados mayoritariamente al Partido Demócrata y que profesan una suerte de falso catolicismo de cafetería, católicos sólo de nombre, lejos de las enseñanzas y la doctrina de la Iglesia.
Sin pretender lanzar ninguna piedra contra la institución religiosa que, a mi juicio, más ha hecho en la historia por el avance y el bienestar de la humanidad, sí resulta necesario llamar la atención sobre la importancia de ordenar la casa católica desde dentro. La Iglesia Católica de Estados Unidos no puede seguir mirando para otro lado ante situaciones como las que estamos viviendo desde hace tiempo en este país. Y no nos referimos aquí al ya de por sí vergonzoso y prolijamente comentado asunto de la pederastia, sino al del inexcusable pase que la Iglesia Católica sigue dando a muchos políticos y aun a miembros de su propia Iglesia sobre temas concretos que se contradicen con las bases fundamentales del catolicismo. El asunto no se limita a un único partido, pero es en el seno del Partido Demócrata donde más abundan esos católicos sólo de nombre. No vale aquí esconderse bajo la excusa de la separación de la Iglesia y el Estado porque aunque tal separación existiese textualmente en la Constitución de Estados Unidos –que no es el caso–, dentro del catolicismo sí hay una obligación a cumplir con los dogmas de la Iglesia.
En mayo de 2008, el entonces Senador Barack Obama formó un Consejo Nacional Católico para su asesoramiento. Se trataba de otra estrategia de mercadotecnia porque a Obama le importaba poco, igual que ahora, el dogma católico al decir de sus posiciones en materia abortista. De los veintiséis miembros de aquel consejo, ni uno sólo de ellos seguía la posición de la Iglesia Católica en temas como el aborto, la investigación con células de embriones humanos, el matrimonio o la educación religiosa. Prueba de ello es que los integrantes de dicho consejo tenían todos la máxima aprobación por parte de NARAL, la mayor organización pro-abortista en Estados Unidos. En dicha lista de asesores “católicos” de Obama destacaban políticos demócratas de inalterable voto a favor del aborto. Así, Kathleen Sebelius, Chris Dodd, Ted Kennedy, John Kerry, Patrick Leahy… En la lista aparecía también el nombre de un sacerdote “católico” llamado Michael Pfleger.
Este padre Pfleger dirigía y dirige la iglesia de Santa Sabina en Chicago y es, como muestran sus sermones grabados en vídeo, una figura polémica por varias razones. Aparte de atacar a Hillary Clinton, por entonces contrincante de Obama, Pfleger apoyó toda la agenda pro-abortista de Obama, incluido el infanticidio por el que el hoy presidente votó a favor en sus años de senador en Illinois. Pfleger, además, es un reconocido aliado del pastor racista Jeremiah Wright (quien casó a Obama y a quien tuvo en su parroquia de Chicago durante dos décadas mientras insultaba a Estados Unidos y a Occidente). Pfleger es, además, amigo del antisemita racista de la “nación del islam”, Louis Farrakahn y de la izquierda más radicalmente anticatólica, antiamericana y antioccidental.
El lector interesado podrá buscar más información de este Michael Pfleger y sus incendiarios sermones recogidos en vídeos y que nada tienen de católicos. Podrán ver cómo Pfleger se unió al propio Jeremiah Wright para lanzar todo tipo de ataques racistas desde el púlpito de la Trinity United en Chicago. Verán cómo Pfleger apoyó la violencia en su propio barrio contra quienes tenían tiendas de armas, o cómo afirmó que “América es el gran pecado contra Dios”. Que Obama contara con él como asesor, tal como lo hizo en su día con Wright o con dinamiteros como Bill Ayers, no deja de sorprender. Pero lo que sorprende más todavía es que ahora un cardenal católico norteamericano, el arzobispo de Chicago, Francis George, premie públicamente a este Michael Pfleger.
Este pasado 7 de abril, y en honor a su supuesta labor a favor de la comunidad católica negra en Chicago, Pfleiger fue premiado públicamente por la archidiócesis de Chicago. Varias asociaciones católicas estadounidenses han pedido ya al cardenal George que retire su premio. Más chocante resulta que este cardenal George sea desde 2007 el presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB). El propio Cardenal George ya tuvo que apartar a Pfleiger dos semanas de su cargo en junio de 2008, pero aceptó restituirlo en su cargo. Si el cardenal George tiene la obligación de actuar como auténtico sucesor de los apóstoles, su mensaje para los católicos sólo de nombre como Pfleger y los políticos pseudo-católicos no debería ser un premio, sino proclamar el derecho a la vida y la falsía del racismo, así como la necesidad de asear una casa católica que está siendo arruinada por intereses particulares, pederastas, activistas disfrazados de sacerdotes y politiquillos enriquecidos."
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