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domingo, 4 de abril de 2010

¿EL TIRO POR LA CULATA?

Asistimos desde hace algunos días, entre atónitos y divertidos, a pesar de lo grave y triste que es el asunto de fondo, a los grotescos amagos, cuando no explícitas amenazas,-coreadas con fruición por medios de prensa que rinden descarado vasallaje a sus lobbies-, proferidas por abogados con indudable vocación “garzonita”, es decir, de estrellato mediático y máximo crecimiento del caché, en el sentido de sentar en el banquillo nada menos que al Papa, bajo la acusación de encubrimiento de delitos de pederastia. Salvo algún necio que ha llegado a insinuar que la acusación contra BXVI podría sustanciarse como directamente de pederastia, la mayoría parece contentarse con acusarle de encubrimiento culpable, particularmente cuando era responsable en la Curia romana de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe.

El empeño por destruir (¡!) la figura del Papa al que se suman frotándose las manos medios como nuestro El Pais, resulta, a mi juicio, esclarecedor de la situación espiritual y cultural de nuestro Occidente: en efecto, hemos llegado a ver, por ejemplo, con toda naturalidad la perfecta compatibilidad que puede (¿debe?) existir entre blandir el dedo acusador contra la pederastia (especialmente cuando la practican clérigos)y utilizar el mismo dedo y la misma mano para sancionar una ley que consagra como un derecho más, la destrucción, mediante el aborto, de fetos de hasta 14 semanas.

En este clima, se comprende que la voz de cualquier Papa, o, más en general, de cualquier dirigente humanista o religioso de alcance mundial, resulte incómoda. Pero es que BXVI no es un dirigente cualquiera; es, probablemente, el único intelectual de prestigio que queda en Occidente. La única cabeza –como solemos decir- suficientemente bien amueblada. Lo que dice Benedicto, por más que para él nazca de, y sea congruente con su propia fe, es perfectamente de recibo para cualquier mente pensante que no haya sido definitivamente infectada por los virus propios de nuestra época, y más concretamente, por los del relativismo y la trivialidad.

A esta luz, se comprende perfectamente la urgencia por destruir al incómodo mensajero que tiene la desfachatez de seguir hablando de Dios cuando ya todos lo daban por muerto; que denuncia las falacias de los progresismos huecos; que recuerda verdades que nunca tendrán fecha de caducidad. Y que lo hace todo ello sin aparato mediático espectacular; sin carisma de masas; sin búsqueda del aplauso fácil. Fracasaron cuando aquel perro de presa de sus delirios apareció vestido de blanco y nadie le vio dar ningún mordisco. Esta estúpida farsa que lamentablemente no carece de palmeros dentro de la propia iglesia, requeriría un poco más de decisión por parte de los que creemos en la razón y menospreciamos los prejuicios; de los que creemos en la justicia y rechazamos la venganza. De los que pretendemos ser decentes: lo que no nos impide reconocer nuestros errores, avergonzarnos de nuestros pecados y de los de nuestros hermanos, por más que sean –como lo son- abominables; cargar entristecidos con ellos porque sabemos que, al fin y al cabo, son pecados cometidos por hermanos nuestros cuyo último repliegue psíquico sólo Dios conoce.

Por mi parte, he decidido, en esto y en otras muchas cosas, optar por un cierto descaro, un plantar cara, un no dejarme avasallar que, manteniendo la cordialidad, y un discurso intelectualmente sólido, pueda afirmar sin arrogancia pero también sin lacrimógena pusilanimidad que mi familia –la Iglesia- goza de buena salud a pesar de los achaques propios de su edad.

Todo lo anterior viene a cuento de los párrafos finales de un reportaje que publica hoy, jueves santo del 2010, El Pais en el que el autor sigue dando vueltas al tema del posible procesamiento del Papa. Esos dos párrafos que ahora transcribo me han dado pie a la pregunta con que titulo mi glosa. Y para ser consecuente con lo que acabo de decir, responderé sin ambages: sí les saldrá el tiro por la culata. Es lo que deseo y a ello pienso contribuir en lo que pueda, modestamente y con toda cordialidad.

Federico de Carlos

Este caso es el primero en que la Justicia de EE UU intenta establecer si las víctimas pueden llevar a juicio directamente al Vaticano. "Es una idiotez", comenta Filippo di Giacomo, sacerdote y experto en derecho canónico. "La Iglesia no es una multinacional tabacalera. No se puede acusar al Santo Padre por delitos de algunos curas. Nosotros no somos sus empleados, y él no puede ser responsable en cargos particulares. Cada obispo controla su diócesis".

"Si la jurisprudencia norteamericana considera al Santo Padre responsable por unos curas que abusaron de niños en 1962, entonces el Tribunal Vaticano podría llamar a juicio a la Casa Blanca por el asesinado del arzobispo de San Salvador, Óscar Romero, asesinado en 1980 por su lucha en contra de la dictadura que EE UU impuso en aquel país. A ver si viene Obama a declarar aquí".

El Pais, 1 de Abril de 2010


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