Estos circuitos, sin embargo, le dejan a uno con las ganas de conocer, si quiera, algo de esa realidad misteriosa, social y políticamente hablando, que es el pueblo palestino. Lo que se ve, o lo que te dejan ver, es claramente insuficiente para formular un juicio; la tentación del simplismo condenatorio de unos o de otros es grande, y raro es el que no deja escapar alguna sandez propia de barra de bar.
Pero a donde nadie va en estos viajes, que yo sepa al menos, y es muy comprensible, es a la célebre Franja de Gaza, baluarte de los palestinos y "cortijo" de los de Hamás, a los que confieso que profeso nula admiración.
Últimamente, se produjo un grave incidente de carácter internacional en el que la contundente intervención del ejército de Israel abortó lo que para ellos era una peligrosa infiltración filo-terrorista disfrazada de ayuda humanitaria, y para los otros, la enésima manifestación de la barbarie judía siempre dispuesta a masacrar a los débiles.
La imagen que se transmite en Europa de la situación en Gaza es la de una población prácticamente en las últimas debido al comportamiento judío que, sin contemplaciones humanitarias, habría convertido a la pobre franja -mínimo respiradero de la dignidad palestina- en un campo de concentración de refugiados.
Pues bien, hoy me encuentro en el ABC un artículo sobre el particular firmado por Bardají al que considero suficiente conocedor de la materia, lo que yo ciertamente no soy. A mí me ha resultado clarificador; por eso, me permito reproducirlo para mis lectores, sospechando que, tal vez, suscite debate, lo cual sería algo muy bueno. Ahí va:
"En su primera visita oficial a Turquía el primer ministro británico ha calificado a Gaza de «campo de prisioneros» a la vez que denunciaba el asalto a la flotilla turca por soldados israelíes de suceso «totalmente inaceptable». No sabemos las motivaciones de Cameron, tal vez acercarse a un emergente mercado energético tras el fiasco de BP en el Golfo, o simplemente resultar complaciente con sus anfitriones de Ankara. Pero está muy equivocado.
Primero, Gaza no es un campo de concentración y si lo fuera sería culpa de sus propios dirigentes,los terroristas de Hamás. Contrariamente a lo que se pinta en los medios gracias a un detallado esfuerzo de propaganda antiisraelí, en Gaza no se está fraguando ninguna crisis humanitaria. Hace unos meses se inauguró una piscina olímpica (aunque con separación estricta de sexos) y la semana pasada se celebró por todo lo alto la apertura del primer centro comercial. Es más, cabe recordarle a David Cameron, que el nivel de vida en Gaza, según las estadísticas de la ONU, es superior al de Turquía.
Segundo, no debe olvidar que Hamás e Israel están en un estado de guerra y no porque Israel lo haya querido, sino porque la organización palestina sigue fiel a su objetivo de borrar del mapa al estado judío.
Cameron tiene el derecho a expresar sus opiniones, pero no a ser discriminatorio con ellas. Así como se critica a Hillary Clinton cuando se «olvida» del Tíbet o de los derechos humanos cuando viaja a China, es más que lícito criticar al dirigente británico cuando juega a criticar a Israel y calla todos los abusos cometidos por el régimen islamizante de Erdogan. Desde las invasiones de Irak para castigar a los kurdos, a la represión de la oposición, pasando por armar una flotilla cuyo objetivo era generar un enfrentamiento. Para representar un país que tanto ha recurrido al bloqueo naval, desde las guerras contra Napoleón hasta la de las Malvinas, Cameron tiene una memoria muy selectiva".
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