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domingo, 25 de julio de 2010

Hablar con Dios ante el Muro

Estaba hace pocos días en la plaza -llamémosla así- que desemboca en el Muro de las Lamentaciones (o de los Lamentos) al que yo, sin embargo, preferiría llamar de la oración desenfrenada o desbocada pero siempre esperanzada; compulsiva y aparentemente espasmódica, pero siempre entregada a ese largo plazo de un Dios que juega a manifestarse y esconderse en la Historia de los hombres.
Estaba allí y me disponía a avanzar unos pasos para unirme respetuosamente a cuantos en ese momento se dirigían al Silencio esencial, el de verdad, el único que puede hablar perforando la contundencia de una piedra-muro milenaria y lo hace desconcertando a propios y extraños.
Estaba allí, alegre y emocionado...y me contaron un chiste: un relato divertido e inocente que logra expresar en pocas palabras y con calidad "pictórica" lo que tendemos a decir envuelto en palabras graves, con ínfulas de filósofos de la historia.
Disfrutadlo:

"Acudió el presidente de Israel Simon Peres a visitar a su homónimo estadounidense Obama en su residencia de la Casa Blanca. Tras un rato de conversación, el presidente judío pidió al americano que le permitiera usar su teléfono especial porque quería hablar con Dios. Obama accedió encantado y Peres pudo hablar reservadamente con Dios durante unos cuantos minutos.
Al terminar la conferencia, un educadísimo Peres preguntó a Obama:
-Dígame, Presidente, cuál es el coste de mi llamada porque no me parece bien cargarlo a las arcas de EE.UU. menos en tiempos de crisis.
Obama, un tanto azarado, respondió:
-Bien, amigo Simon, el precio de la conferencia es de mil dolares.
El presidente israelí pagó religiosamente su conferencia y prosiguió con normalidad su visita de estado.
Meses después, el presidente Obama devolvió la visita a Peres. En un momento dado, y ante la sorpresa de su anfitrión, le pidió, como éste hiciera en Washington, el teléfono especial porque también él quería hablar con Dios desde Jerusalem.
-Está a su disposición, Mr. Obama, dijo sonriente Simon Peres.
El presidente yanki habló por teléfono durante cerca de una hora. Terminada la comunicación, pidió a Peres que le dijera con sinceridad el importe de la misma, a lo que el israelí respondió:
-Medio dolar, Presidente.
-¿Cómo es posible? ¡He estado hablando con Dios casi una hora! No entiendo que sea tan barato.
Sin perder la calma, Peres le replicó:
-No olvides una cosa Barack: desde aquí, es llamada local".

Efectivamente, en Jerusalem, y más concretamente frente al muro, hablar con Dios se sustancia con tarifa super-reducida: como una llamada local.


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