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sábado, 3 de julio de 2010

Modelo de diálogo eclesial "desde arriba"

Una de las acusaciones que con mayor frecuencia hacen los llamados o conocidos como "cristianos de base" a los dirigentes de la Iglesia, es decir, a los obispos, es su escasa capacidad de diálogo. Estos pastores, según la acusación, estarían enfeudados en su pequeño mundo y serían incapaces de escuchar la voz de la sociedad real, representada por corrientes culturales discrepantes habitualmente del pensamiento oficial católico, o por católicos críticos seriamente preocupados por el escaso espíritu evangélico de la jerarquía, etc., etc.
Esta forma de pensar se materializa no pocas veces en escritos colectivos firmados por grupos e individuos que dicen representar a otros muchos creyentes desencantados ante las posiciones claramente reaccionarias de la inmensa mayoría de los dirigentes. La verdad es que este tipo de manifiestos tiene una repercusión más bien escasa, a no ser que cuenten con el altavoz de esos medios de comunicación para los que cualquier ataque a la Iglesia es siempre bienvenido diga lo que diga, y se trate de lo que se trate.
Más preocupantes, y de mayor calado, son las declaraciones fuertemente críticas salidas de la pluma de algunos teólogos que no se muerden la lengua al hacer sus diagnósticos sobre los males del catolicismo contemporáneo, señalar sus causas (casi siempre personalizadas en los obispos), y sugerir los tratamientos adecuados.
Pues bien, hace unos días, el arzobispo de Tanger, que es un franciscano de apellido Agrelo, ha desmentido esa acusación de falta de diálogo, y ha respondido, de una tacada, a tres ilustres críticos, González Faus, Masiá y Díez Alegría, con una reflexión verdaderamente admirable y exenta de cualquier agresividad, al tiempo que llena de auténtico espíritu cristiano, eclesial y franciscano. No me resisto a compartirla, y a pesar de su longitud la publico íntegra, sin que haga falta decir que me identifico plenamente con su contenido.

"Lo dijo mi admirado José Ignacio González Faus: "La Iglesia nombra hoy a sus obispos en contra del evangelio". Por su parte, Juan Masiá, también jesuita, declaró en una entrevista: "La Iglesia tiene miedo a la mujer, a la ciencia, a los periodistas, a la modernidad, a la sexualidad".

Y a José María Díaz Alegría, hombre que quiso ser de Dios y de los pobres, un amigo suyo le atribuye las inequívocas palabras de este juicio: "Pienso que la Iglesia católica en su conjunto ha traicionado a Jesús. Esta Iglesia no es lo que Jesús quiso, sino lo que han querido a lo largo de la historia los poderosos del mundo".

No seré yo quien contradiga ni a quienes admiro, ni a quienes apenas conozco. Sus razones tendrán para pensar lo que piensan y decir lo que dicen; y a ellos toca asumir la responsabilidad de los juicios que pronuncian.

He de decirles, sin embargo, como quien confiesa una debilidad, que sus juicios sobre la Iglesia me hieren y me duelen, pues cada vez que ellos dicen Iglesia y la envuelven en los paños del miedo al mundo y de la traición a Jesús y al evangelio, yo veo la comunidad humilde que me acogió para bautizarme, la que me acompañó el día de la unción con el Espíritu, la que me preparó para la comunión eucarística, la que hizo una fiesta de cantos, luces y flores el día de mi ordenación sacerdotal; la comunidad con la que tantas veces he orado por hermanos que nos habían dejado, la comunidad con la que celebro cada domingo a Cristo resucitado.

Cada vez que alguien dice Iglesia, yo veo un sacramento que significa y realiza la unión íntima con Dios y la unidad de todo el género humano. Cada vez que alguien dice Iglesia, yo veo el pueblo que ha sido unido «por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

En la Iglesia que conozco, asamblea de hombres y mujeres que Dios ha llamado, no veo "a muchos intelectuales, ni a muchos poderosos, ni a muchos de buena fama; todo lo contrario: lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios; y lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar a lo fuerte; y lo plebeyo del mundo, lo despreciado, se lo escogió Dios: lo que no existe, para anular a lo que existe, de modo que ningún mortal pueda engallarse ante Dios".

No sé si esta Iglesia a la que pertenezco es una comunidad de cobardes y traidores; sólo sé que existe porque Dios la ama, y que Cristo, no otros redentores, es para ella sabiduría, honradez, consagración y liberación.

Decididamente, vuestros juicios sobre la Iglesia me hieren y me duelen, pues, aunque su rostro se vea desfigurado por pecados míos y vuestros, sobre ese rostro resplandece siempre la luz de Cristo que lo ilumina con su justicia y su santidad".

1 comentario:

  1. En serio te parece un modelo de diálogo? No ha dado ningún argumento ni matización a las frases que cita de Faus, Masiá, etc... se limita a señalarles con el dedo como gente que le hieren con sus palabras, les pone en la picota sin más, como gente hiriente, descalificación total y gratuita. Estamos tan faltos de diálogo con la jerarquía que hasta esto te parece modélico. Caray, Federico, quien te ha visto y quien te ve.

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