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martes, 11 de diciembre de 2012

EL EMBRUJO DEL ADVIENTO (y 4)


El Adviento tiene también su música: una música suave como el arpa, el órgano, o la flauta, nos debería acompañar alejándonos de toda estridencia.

Pero además –y quizás, sobre todo- el silencio. Tiempo de Adviento, tiempo de silencio. Para que no se oiga más que al Espíritu, para que Él nos cubra también con su sombra, como a María,  y, como a Ella, nos haga fecundos. Un silencio que permite captar el susurro de Dios cuando nos habla; porque Dios no nos habla nunca a voces: no quiere ahogar nuestra palabra, parece tener miedo a nuestro rechazo…

Adviento: Dios ha venido, Dios viene, Dios vendrá. Adviento: audacia de los que le han descubierto cerca, le han añorado lejos, y le vislumbran por doquier. No deterioremos el Adviento, dejémoslo ser lo que es: humilde y elegante espacio para mirar a un horizonte abierto y lleno de promesas.





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