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viernes, 18 de febrero de 2011

Aprender a tomar en serio los problemas esenciales

"El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, lanzará en abril un debate en el seno de su partido para reflexionar sobre el laicismo y el lugar que debe ocupar el islam en la sociedad, un año antes de las elecciones presidenciales de 2012, informa hoy el diario «Le Figaro». «Pagamos muy cara la ceguera de la inmigración en los años ochenta. Era un debate tabú. Con el laicismo y el islam ocurre lo mismo», dijo ayer el jefe del Estado a varios diputados de su partido a quienes recibió en el Palacio del Elíseo".
Copio esta entrada de Infocatólica. Con ella introduce este portal de información religiosa de tendencia más que conservadora una ampliación de esta importante noticia de la que también, y como no podía ser menos, se hace amplio eco el periódico galo La-Croix.
No puedo ocultar la envidia que me produce ver cómo un dirigente de un país de esa Unión Europea a la que pertenece nuestra España, vuela a considerable altura, trayendo a la palestra pública un tema de debate que nuestros indoctos gobernantes pretenden despachar con unos cuantos chascarrillos de barra de bar sobre curas, obispos y papas, o, en el mejor de los casos, con tópicos trasnochados a propósito de algo tan serio y tan complicado como es el concepto de laicidad y sus distorsiones o degeneraciones laicistas.
En el mismo orden de cosas, me ha resultado llamativa la foto que aportan los diarios franceses en la que se ve a Sarkozy departiendo cordialmente con diversos dirigentes religiosos de Francia ante los que planteó su resolución de estudiar a fondo el problema a que se refiere la noticia que estoy comentando. El tema de la religión en nuestras sociedades es, quizás, uno de los de mayor calado con el que éstas deben enfrentarse en este siglo XXI.
¿Es posible hacerlo desde la ignorancia supina, el resentimiento histórico, la confusión y la distorsión de los datos de la historia? Evidentemente, no. Se requieren muchas dosis de sabiduría, de humanismo, de conocimiento histórico y de imparcialidad emocional para abordarlo con garantías de que las conclusiones a que se llegue puedan ser de utilidad para configurar una sociedad mejor, más madura y más reconciliada.
Pues que pase de nosotros el cáliz de la ignorancia, cuando no de la mala fe, que nos ha tocado beber y cuya capacidad tóxica llevamos comprobando más de seis años. Y que los que vengan después aprendan la lección y se pongan desde ahora manos a la obra del estudio y el debate de asunto tan trascendental.

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