"En el Adviento esperamos una venida, acariciamos también
una presencia, y nos inquietamos ante lo que podría parecer un gélido
vacío. El Adviento es un tiempo fuerte
que nos quiere hacer fuertes avivando en nosotros la ilusión de la promesa.
Este tiempo tan hermoso,
humilde y elegante al mismo tiempo, tiene
su propia fisonomía en la liturgia de la Iglesia y en el contenido
espiritual que expresa cada día -sobre todo, cada domingo– la Palabra
proclamada. Veamos:
Al Adviento le sienta
bien el color morado: ni triste ni sombrío, simplemente sobrio y comedido; la
esperanza requiere atención y vigilancia, no casa con explosiones de color que
podrían desembocar en banales distracciones. Quiere el Adviento más a las
plantas de señorial hoja verde que a esas exuberantes flores ebrias de color y
de olor. Aprendamos de su pedagogía".
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